RadicalizaciĆ³n del consenso neoliberal en Chile (2006-2017)
13 julio 2018
  1. Inicio
  2. Cuadernos de coyuntura
  3. Cuadernos de Coyuntura-Archivo
  4. RadicalizaciĆ³n del consenso neoliberal en Chile (2006-2017)
Comparte

RadicalizaciĆ³n del consenso neoliberal en Chile (2006-2017)

Balance y perspectivas para las fuerzas de cambio

Grupo de EconomĆ­a y Trabajo

Resumen

Se entregan elementos para evaluar el grado de avance del neoliberalismo en la economĆ­a polĆ­tica chilena durante la Ćŗltima dĆ©cada. Para ello, se analizan tres situaciones que resultan ilustrativas del fenĆ³meno: la expansiĆ³n de un ā€œcapitalismo de servicio pĆŗblicoā€ que mercantiliza Ć”mbitos de reproducciĆ³n social que otrora garantizaba el Estado; la fuerte subordinaciĆ³n del trabajo al orden del capital al interior de la empresa, legitimada desde la institucionalidad laboral vigente a pesar de transformaciones menores; y la ā€œcolonizaciĆ³n empresarialā€ de la polĆ­tica, como expresiĆ³n de un peso inusitado de tal actor en las orientaciones mĆ”s relevantes de la vida nacional. Se apunta que tales fenĆ³menos han acentuado su fuerza en el Ćŗltimo decenio, lo que permite concluir la existencia de una profundizaciĆ³n del ā€œconsenso neoliberalā€ en materias de polĆ­tica econĆ³mica y social. Se trata de un escenario desafiante para las fuerzas de cambio, que deben construir una fuerza capaz de abrir los moldes de la polĆ­tica de la transiciĆ³n, impugnando las concepciones naturalizadas del orden neoliberal: el Estado subsidiario y su lĆ³gica de focalizaciĆ³n del gasto pĆŗblico como forma de resolver los conflictos sociales.

Ā­——-

El anĆ”lisis del devenir polĆ­tico de la Ćŗltima dĆ©cada en Chile revela una profundizaciĆ³n en los niveles de consenso existentes entre las Ć©lites polĆ­ticas y empresariales respecto al deber ser del orden social y econĆ³mico en Chile. Lo que partiĆ³ como una derivaciĆ³n esperable de la ā€œpolĆ­tica de los acuerdosā€ de inicios de los noventa, hoy se presenta como el Ćŗnico orden posible, cientĆ­ficamente establecido, frente al cual no hay ni debe haber alternativas: la lĆ³gica neoliberal es y debe ser la Ćŗnica concepciĆ³n vĆ”lida a la hora de hablar y tomar decisiones sociales y econĆ³micas por parte del Estado. Esto ha traĆ­do como consecuencia que se acaben diluyendo -en la prĆ”ctica- muchas de las fronteras ideolĆ³gicas entre el progresismo (expresado como ConcertaciĆ³n primero, y luego en su versiĆ³n remozada, de Nueva MayorĆ­a) y los sectores mĆ”s conservadores de la sociedad, reduciendo las diferencias -en lo esencial-, a matices en el modo de gestionar el modelo1.

Se clausura, asĆ­, cualquier posibilidad de deliberaciĆ³n democrĆ”tica, al separar, de manera tajante, lo econĆ³mico de lo social, e imponiendo una visiĆ³n extremista que determina el modo de resoluciĆ³n de cualquier conflicto social; la economĆ­a es un ā€œalgoā€ que va por un carril controlado y conocido por tĆ©cnicos expertos; los problemas sociales son ā€œotro algoā€, cuyas expresiones sĆ³lo tendrĆ”n soluciĆ³n si la economĆ­a funciona bien, entendiendo por buen funcionamiento una estrecha visiĆ³n del crecimiento econĆ³mico2 y del rol de la ā€œcompetencia individualā€ en Ć©sta. La desigualdad pasa a ser una externalidad menor, de la cual se debe hacer cargo el Estado focalizando el gasto pĆŗblico en aquellos segmentos sociales que no estĆ”n en condiciones de competir y colaborar con el debido funcionamiento de la economĆ­a.

Tres situaciones resultan Ćŗtiles para ilustrar las implicancias de esta profundizaciĆ³n neoliberal. En primer lugar, en la Ćŗltima dĆ©cada se asiste a la expansiĆ³n -muchas veces sin parangĆ³n a nivel internacional- de las dinĆ”micas mercantiles a Ć”mbitos insospechados de reproducciĆ³n de la vida social; la privatizaciĆ³n de la vida cotidiana y de derechos sociales que otrora garantizaba el Estado, ha generado nuevos nichos de acumulaciĆ³n empresarial, creando un verdadero ā€œcapitalismo de servicio pĆŗblicoā€, con ganancias aseguradas gracias a un ā€œEstado subsidiarioā€ que ā€œfocalizaā€ el gasto social en la demanda hacia prestadores de servicios privatizados.

En segundo lugar, se ha llegado a una naturalizaciĆ³n insospechada acerca del orden laboral de la dictadura, caracterizada por una aceptaciĆ³n acrĆ­tica -y a veces interesada- del predominio empresarial en la toma de decisiones en el mundo del trabajo. Lo que suceda en Ć©ste pasa a ser un problema privado, en el cual el Estado no debe intervenir, mĆ”s allĆ” de asegurar que no haya interferencias ā€œpolĆ­ticasā€ exĆ³genas a la empresa3.

Finalmente, en tercer lugar, la naturalizaciĆ³n del orden neoliberal en la economĆ­a ha llevado a una tendencia a la ambigĆ¼edad en la definiciĆ³n de fronteras ideolĆ³gicas entre el progresismo (en cierto modo, depositario de las luchas histĆ³ricas de las clases populares) y la propia derecha. La expresiĆ³n mĆ”s preocupante de Ć©sta es la verdadera ā€œcolonizaciĆ³n empresarialā€ de la polĆ­tica: el Ćŗnico actor social legitimado para manifestar sus intereses e incidir en el rumbo polĆ­tico del paĆ­s pasa a ser el gran empresariado, incluso apelando a prĆ”cticas abiertamente antidemocrĆ”ticas, como el financiamiento ilegal de determinados candidatos (escĆ”ndalo que estallĆ³ el aƱo 2016, al mĆ”s puro estilo de la Cosa Nostra) o la redacciĆ³n de textos legislativos por fuera del Parlamento (por ejemplo, en la Ley de Pesca de PiƱera).

El progresismo, como fuerza polĆ­tica, ha aceptado sin reparos tener un vĆ­nculo orgĆ”nico con este empresariado, asumiendo como propia la idea de que el mercado es el principal espacio de reproducciĆ³n de la vida social, renunciando de este modo a combatir la desigualdad y las formas de exclusiĆ³n propias de una sociedad regida por los intereses del capital. Y esto se ha expresado una y otra vez en el carĆ”cter de las distintas reformas llevadas a cabo entre 2006 y 2017. El propĆ³sito del presente artĆ­culo es realizar un breve anĆ”lisis de cada una de estas tres situaciones, tomando sus manifestaciones mĆ”s expresivas, para luego ver las posibilidades de una agenda de reformas que permita una salida al neoliberalismo y supere su radicalizaciĆ³n observada durante la Ćŗltima dĆ©cada.

  1. MercantilizaciĆ³n de la vida social y consolidaciĆ³n del ā€œcapitalismo de servicio pĆŗblicoā€

De un tiempo a esta parte, predomina una apelaciĆ³n a la OCDE como criterio de validaciĆ³n del Ć©xito de un gobierno o de una determinada polĆ­tica social o econĆ³mica. La orientaciĆ³n que esta organizaciĆ³n tiene estĆ” lejos de situarse en una perspectiva crĆ­tica del modelo, sin embargo, resulta interesante un anĆ”lisis de sus conclusiones respecto al tema de la desigualdad, para ponerlo en perspectiva respecto al objetivo del artĆ­culo.

SegĆŗn esta organizaciĆ³n, Chile es el paĆ­s que tiene la mayor desigualdad de ingreso en la organizaciĆ³n segĆŗn el coeficiente de Gini: para el aƱo 2015, los ingresos del 10% mĆ”s rico en Chile son 26 veces mĆ”s altos que los del 10% mĆ”s pobre. Una de las causas de esta situaciĆ³n corresponderĆ­a al dĆ©bil impacto de los efectos de la redistribuciĆ³n fiscal a travĆ©s de impuestos directos y de las prestaciones sociales en efectivo, pues la baja cobertura y el bajo nivel de las ayudas entregadas por el sistema de protecciĆ³n social limitarĆ­an la capacidad de las polĆ­ticas pĆŗblicas de reducir las desigualdades4.

Por otro lado, y de acuerdo con los propios datos oficiales de la Dipres, al analizar el gasto social per cĆ”pita en Chile se constata que Ć©ste ha crecido de manera sostenida entre 2001 y 2015, aumentando en 2,1 veces5. Pero no ha habido un impacto similar en la disminuciĆ³n de la desigualdad, pues Ć©sta se ha mantenido relativamente estable6.

Esta paradoja tiene mucho que ver con lo que advierte la OCDE. Pero el dĆ©bil impacto de las polĆ­ticas redistributivas no viene tanto por los montos que se invierten en Ć©stas, sino mĆ”s bien por el tipo de polĆ­tica que se ha estado implementado, pues ha predominado un esquema en que se traspasan enormes masas de presupuesto estatal a prestadores de servicios privados, en lugar de fortalecer el servicio pĆŗblico, para ā€œgarantizarā€ derechos sociales bĆ”sicos. Ejemplos paradigmĆ”ticos son el plan AUGE en Salud (2005) y el CrĆ©dito con Aval del Estado (2006), que han llevado a que la experiencia neoliberal chilena alcance niveles que no ostenta prĆ”cticamente ningĆŗn otro paĆ­s del mundo. En el primer caso, se ā€œaseguraā€ la atenciĆ³n en salud en el sector privado, para una ā€œselecciĆ³nā€ de patologĆ­as, pagando cuantiosas sumas que perfectamente podrĆ­an destinarse a fortalecer la red pĆŗblica7. En tanto que, en el segundo caso, se financia a travĆ©s de la banca privada la posibilidad de acceder a la educaciĆ³n superior (y que irĆ³nicamente en la mayorĆ­a de los paĆ­ses OCDE es gratuita).

Y se podrĆ­a seguir con un largo etcĆ©tera: acceso a agua potable, electricidad, vivienda, pensiones8, entre otros derechos bĆ”sicos, que se terminan produciendo a travĆ©s de la prestaciĆ³n privada con criterios basados en la ganancia, como si se tratara de cualquier otro tipo de empresa. La lĆ³gica es simple: hay que pagar por acceder. Y para quienes no puedan acceder, el Estado puede asumir un carĆ”cter subsidiario ā€œpagandoā€ por ellos (lo que se entiende por ā€œfocalizaciĆ³nā€ del gasto pĆŗblico), pero de acuerdo con los criterios definidos por los agentes privados proveedores de estos servicios (el precio ā€œde mercadoā€), los cuales no siempre se relacionan con calidad ni tienen como norte el bien comĆŗn ni estĆ”n exentos de riesgos de colusiĆ³n en la fijaciĆ³n de los precios a cobrar al Estado.

El enorme traspaso de recursos al sector privado ha generado una enorme red de prestadores de servicios, quienes han hecho de esta forma de entender la polĆ­tica social un gran negocio. Junto con ello, se ha creado toda una retĆ³rica para justificar este tipo de prĆ”ctica como ā€œderechos socialesā€, siendo que no son mĆ”s que la ampliaciĆ³n de subsidios estatales a la demanda de educaciĆ³n, salud y pensiones, para asegurar su consumo en el mercado. Esto ha facilitado enormemente la radicalizaciĆ³n de la mercantilizaciĆ³n de la vida cotidiana de las personas, generando un discurso ad hoc que no tienen problemas en llamar derechos sociales a bonos; gratuidad a un voucher; capitalismo, libre competencia y hasta mercado a estos nichos de acumulaciĆ³n regulados y asegurados polĆ­ticamente, amparados en subsidios estatales, que han traĆ­do consigo situaciones de acumulaciĆ³n hiperconcentradas donde no existen riesgos, sĆ³lo ganancia segura. Finalmente, se llega a absurdos como suponer que la focalizaciĆ³n de derechos sociales puede garantizar derechos sociales9.

  1. NaturalizaciĆ³n y radicalizaciĆ³n del orden laboral de la dictadura

El programa del segundo gobierno de Bachelet seƱalaba que se buscaba ā€œnivelar la canchaā€ entre trabajadores y empleadores, respecto a las relaciones laborales. Esto implicĆ³ el reconocimiento explĆ­cito de una conflictividad producto del predominio de una visiĆ³n empresarial en el orden laboral, por mĆ”s que en el texto del programa se le trate como una modernizaciĆ³n pendiente10.

Pero la tibia reforma laboral que entrĆ³ en vigencia en 2017 apenas regula algunos excesos y dificulta -en los hechos- la organizaciĆ³n sindical, relativizando derechos histĆ³ricos conseguidos por los trabajadores (como el derecho a huelga o la introducciĆ³n de los ā€œpactos de adaptabilidadā€ que afectan la jornada laboral de ocho horas diarias, aspecto que ni el propio Pinochet se atreviĆ³ a tocar). Y, lo que es peor, dejĆ³ fuera a vastos y crecientes sectores de trabajadores, precisamente aquellos donde se concentra el grueso del empleo asalariado en Chile.

Se vive en un clima cultural y polĆ­tico que ha naturalizado la subordinaciĆ³n del trabajo a los intereses de los grandes empresarios, negando cualquier posibilidad de acciĆ³n colectiva que permita, en tĆ©rminos concretos, nivelar efectivamente la cancha. Aberraciones como la extrema precariedad laboral que se observa en Chile -donde, por ejemplo, despedir a alguien por ā€œnecesidades de la empresaā€ no escandaliza a nadie- o el hecho de que mĆ”s de la mitad de las personas que trabajan viva con menos de $300.000 al mes -en circunstancias que las grandes fortunas crecen de un modo exponencial, incluso a costa de la recaudaciĆ³n fiscal, como se ha observado en los Ćŗltimos escĆ”ndalos de ā€œperdonazosā€ en el pago de impuestos a grandes empresas- parecieran no importarle a ninguna autoridad. Sin ir mĆ”s lejos, el tema trabajo casi no estuvo presente en los programas de los dos candidatos que pasaron a segunda vuelta en la elecciĆ³n presidencial, mĆ”s allĆ” de menciones muy puntuales.

Considerando lo anterior, pareciera existir una indiferencia hacia la clase trabajadora desde las Ć©lites polĆ­tico-empresariales, que permea incluso a parte de la izquierda. El apoyo acrĆ­tico de la CUT a la reforma laboral mencionada, asĆ­ como tambiĆ©n el rol pasivo jugado por algunos partidos polĆ­ticos de la izquierda tradicional en sus negociaciones, da cuenta de la exclusiĆ³n que vive el actor laboral en los distintos espacios de toma de decisiones de nuestra sociedad. Incluso es posible hablar de un verdadero ā€œabandono polĆ­ticoā€ por parte de las conducciones del sindicalismo tradicional (vinculadas principalmente a los partidos Socialista, Comunista y DemĆ³crata Cristiano), hacia amplias capas de trabajadores no incluidas en la reforma. El impresentable comportamiento observado en el intento de llevar a cabo elecciones de la CUT, pese a ver sido declaradas como ā€œilegalesā€ por la justicia, o en el bochornoso ā€œmacuqueoā€ en el conflicto por la Carrera Docente son pruebas fehacientes de esto. ĀæQuĆ© es lo que les importa a estas conducciones? ĀæEnfrentar la creciente precarizaciĆ³n y debilitamiento del empleo, aspectos abiertamente conflictivos y masificados? ĀæO mĆ”s bien utilizar la organizaciĆ³n sindical para asegurar condiciones de gobernabilidad polĆ­tica y mantener una reducida burocracia partidista cada vez mĆ”s sorda y ajena al devenir de sus propios trabajadores representados? La preocupaciĆ³n por el tipo de sociedad que se ha construido con empleos precarios y desprotegidos sigue brillando por su ausencia.

  1. ColonizaciĆ³n empresarial de la polĆ­tica

Finalmente, una tercera situaciĆ³n que da seƱales sobre la radicalizaciĆ³n neoliberal de la polĆ­tica social y econĆ³mica tiene un componente relacionado con las relaciones entre las Ć©lites empresariales y polĆ­ticas.

HistĆ³ricamente, ha existido un vĆ­nculo orgĆ”nico entre la derecha polĆ­tica y los grupos econĆ³micos. Estos Ćŗltimos proyectaban sus intereses a travĆ©s de los primeros, cimentado sobre la base de relaciones de parentesco o redes comunes (mismos colegios, mismas universidades, son vecinos de los mismos barrios). Lo novedoso corresponde a la extensiĆ³n de estas redes al propio progresismo y tambiĆ©n al modo cĆ³mo Ć©ste ha hecho propio el imaginario neoliberal. En la prĆ”ctica, lo que terminan perdiendo estos sectores es soberanĆ­a polĆ­tica y capacidad de representar intereses sociales ajenos a los empresariales en la polĆ­tica, con lo que los posibles proyectos polĆ­ticos subalternos alojados en el mundo progresista pierden su sentido histĆ³rico.

El primer sĆ­ntoma de esta colonizaciĆ³n quedĆ³ en evidencia con el escĆ”ndalo en el financiamiento de campaƱas polĆ­ticas (casos Penta y SQM), pero no se detiene en Ć©ste, pues tambiĆ©n ha significado la existencia de una verdadera ā€œpuerta giratoriaā€ entre los directorios de empresas relacionadas con los servicios estatales asociados a derechos sociales privatizados y el propio aparato estatal, siendo el caso mĆ”s bullado el que respecta a los directorios de las AFP11.

La subordinaciĆ³n de la polĆ­tica al poder econĆ³mico parece ser transversal y afecta a todo el espectro polĆ­tico tradicional. AsĆ­, los diversos partidos, lejos de representar visiones de la sociedad o corrientes ideolĆ³gicas, aparecen como correas de transmisiĆ³n de los diversos intereses empresariales, camuflĆ”ndose en metĆ”foras de consenso polĆ­tico y saber tecnocrĆ”tico. Aunque estas Ćŗltimas estrategias estĆ©n, hoy por hoy, bastante mĆ”s debilitadas que hace diez o quince aƱos12.

Resulta ser, entonces, un eficiente mecanismo para mantener el predominio neoliberal en la definiciĆ³n polĆ­tica del rumbo econĆ³mico y, de paso, para procesar la enorme conflictividad que apareja el tipo de orden social construido bajo esta lĆ³gica. El examen de la resoluciĆ³n del conflicto por la gratuidad de la educaciĆ³n que estallĆ³ el 2011, muestra que cualquier soluciĆ³n a las demandas debe pasar por el filtro neoliberal, aunque deba travestirse. La gratuidad resultante no significĆ³ una ampliaciĆ³n de derechos, sino mĆ”s mercado, mĆ”s recursos pĆŗblicos al lucro privado, donde operadores polĆ­ticos del progresismo jugaron un rol clave. Las vinculaciones de la Ć©lite concertacionista con el empresariado ejercen un poder que no se expresa con transparencia, sin plantear ideas ni posiciones de forma abierta, actuando de facto, a travĆ©s de lobby, imponiendo discursos supuestamente ā€œtĆ©cnicosā€, que no son neutros. En definitiva, un poder autoritario que no emana de la dictadura, sino que de la propia ConcertaciĆ³n, que hace suyas las ideas neoliberales13.

  1. Posibilidades de una agenda de reformas y desafĆ­os para las fuerzas de cambios

El Ćŗltimo trimestre del aƱo 2017 ha estado marcado por la coyuntura electoral. Los sorprendentes resultados del Frente Amplio han abierto una esperanza acerca de las posibilidades concretas de enfrentar el consenso neoliberal de las Ć©lites polĆ­ticas y empresariales. Pareciera que, por primera vez desde el retorno a la democracia, se estuviese asumiendo que la modernizaciĆ³n neoliberal ha significado un gran impacto negativo en la vida cotidiana de las personas, al obligarlas a que busquen en el mercado, bajo diversas modalidades, derechos sociales que dĆ©cadas atrĆ”s eran responsabilidad del Estado. Y adentrarse en esta problematizaciĆ³n es adentrarse en ā€œaguas inexploradasā€.

MĆ”s allĆ” de las pasiones que pueda desatar esta coyuntura, cualquier posibilidad de incidencia respecto a desmercantilizar la vida social, debe tener en cuenta que la profundidad del consenso neoliberal es mayor a lo que se pueda llegar a expresar en una simple oferta electoral: las Ćŗltimas dĆ©cadas han significado una transformaciĆ³n profunda del carĆ”cter de los actores polĆ­ticos chilenos, muchos de los cuales han asumido como propias las ideas de Estado subsidiario y focalizaciĆ³n del gasto pĆŗblico, incluso utilizando banderas ligadas al mundo de la izquierda.

Pero esto no significa asumir que desde el progresismo hay una aceptaciĆ³n acrĆ­tica de este ideario. Existen sectores crĆ­ticos que poco a poco comienzan a asumir los lĆ­mites del consenso neoliberal y la magnitud de los negociados existentes detrĆ”s de Ć©ste. La responsabilidad de las fuerzas de cambios es seguir intentando convocarlos a ser partĆ­cipes de una agenda de cambios, que asuma la magnitud y profundidad del consenso. Los chilenos y chilenas tienen un profundo grado de malestar con el carĆ”cter de la modernizaciĆ³n neoliberal, no porque la rechacen, sino porque buscan una autĆ©ntica modernizaciĆ³n, que garantice mayor libertad y soberanĆ­a sobre sus vidas cotidianas, mayor igualdad y justicia social. Sin embargo, nada garantiza que este malestar asuma cauces democrĆ”ticos: perfectamente podrĆ­a decantar en una regresiĆ³n autoritaria, especialmente si la Ć©lite polĆ­tica mantiene sordera ante las diversas y emergentes formas que va asumiendo este malestar.

Hay dos tareas irrenunciables para hacer retroceder al mercado de las vidas cotidianas de las personas. La primera, generar procesos de acumulaciĆ³n de fuerza para posibilitar una salida polĆ­tica del neoliberalismo, a travĆ©s de mĆ”s democracia y menos mercado. La segunda, la superaciĆ³n del Estado subsidiario y su lĆ³gica de focalizaciĆ³n del gasto pĆŗblico como forma de resolver los conflictos sociales. En esta tarea no hay recetas, pero sĆ­ se debe tener la suficiente claridad de que el orden neoliberal no es un orden natural, sino que tiene profundas raĆ­ces polĆ­ticas: responde a intereses concretos y cada uno de sus despliegues es una forma en que estos intereses se manifiestan materialmente.

1 Lo anterior no quiere decir que no haya sectores crĆ­ticos dentro de la actual coaliciĆ³n de Gobierno, sino mĆ”s bien se refiere a las visiones que acaban imponiĆ©ndose polĆ­ticamente a Ć©stas: en el balance, y mĆ”s allĆ” de cualquier afĆ”n propagandĆ­stico, las reformas suelen terminar inclinadas a favor del capital, reduciendo, muchas veces, a lo testimonial estas crĆ­ticas.
2 Grupo de EconomĆ­a. (2016). El pensamiento hegemĆ³nico en economĆ­a. Sobre neoliberalismo y neoliberalizaciĆ³n. Cuadernos de Coyuntura, (14), pp. 31-41.
3 Para una minuciosa caracterizaciĆ³n del orden neoliberal emanado del Plan Laboral de la dictadura (1979), profundizado luego por los gobiernos de la ConcertaciĆ³n. VĆ©ase Goyenechea, M. y Boccardo, G. (2015). Fundamentos del trabajo en el Chile neoliberal y la agenda laboral de Bachelet. Cuadernos de Coyuntura, (6), pp. 15-26.
4 VĆ©ase OCDE. (2015, 21 de mayo). In It Together. Why Less Inequality Benefits All. SecciĆ³n Chile.
5 VĆ©ase RodrĆ­guez, J., Chamorro, J., y Vega, A. (2016). Principales tendencias del gasto fiscal en el perĆ­odo 2001-2015, Santiago: DirecciĆ³n de Presupuestos, p. 8.
6 Grupo de EconomĆ­a y Trabajo. (2017). Carga y estructura tributaria ā€œnecesariaā€ en Chile: definiciones de polĆ­tica para la transformaciĆ³n social (segunda parte). Cuadernos de Coyuntura, (19), pp. 22-32.
7 Un anĆ”lisis detallado sobre el impacto de este tipo de polĆ­ticas en el sector salud y la crisis que ha generado en el sector, es posible de encontrar en Goyenechea, M. (2017). Presupuesto de salud 2017: ĀæFortalecimiento de lo pĆŗblico o botĆ­n para el privado?. Cuadernos de Coyuntura, (15), pp. 14-23. Se seƱala que ā€œlos elementos o Ć­tems del presupuesto que estĆ”n destinados a generar subsidios a la demanda o transferencias al sector privado, aumentan por sobre el aumento del presupuesto en generalā€. Esta idea es perfectamente extensible a otros Ć”mbitos de servicios sociales privatizados.
8 Sobre el tema pensiones, vĆ©ase Castillo, M. y Estefane, A. (2016). El ā€œtullidoā€ discurso pro-crecimiento econĆ³mico de la elite empresarial chilena. Cuadernos de Coyuntura, (15), pp. 34-41.
9 Una muestra de esta indiferenciaciĆ³n ideolĆ³gica queda en evidencia, por ejemplo, cuando el ministro de Desarrollo Social, el comunista Marcos Barraza, sugiere -oxĆ­moron mediante- la posibilidad de conciliar un enfoque de derechos con la focalizaciĆ³n del gasto social. VĆ©ase Barraza, M. (2016, 14 de junio). FocalizaciĆ³n y enfoque de derechos. El Mercurio. Para una crĆ­tica muy fundamentada a esta ambigĆ¼edad, vĆ©ase la columna de Ruiz, C. y Boccardo, G. (2015, 26 de junio). FocalizaciĆ³n o derechos sociales: las cosas por su nombre. The Clinic Online.
10 Chile de Todos: Programa de Gobierno de Michelle Bachelet 2014-2018, pp. 90.
11 Diario UChile. (2016, 15 de agosto). Publican lista de polĆ­ticos ligados a las AFP. Radio UChile.
12 VĆ©ase Arellano, F. y Aylwin, S. (2015, abril). El vacĆ­o polĆ­tico. Cuadernos de Coyuntura, (7), pp. 5-15.
13 VĆ©ase Ruiz, C. y Fielbaum, A. (2016, 7 de julio). Intereses econĆ³micos en educaciĆ³n superior y la Ć©lite de la ConcertaciĆ³n. QuĆ© Pasa.

Comparte

Autor(es)

La FundaciĆ³n NodoXXI es una organizaciĆ³n sin fines de lucro cuyo Ć”nimo es contribuir con elaboraciĆ³n de pensamiento y herramientas prĆ”cticas a revertir la crisis de incidencia de las mayorĆ­as en la definiciĆ³n de los destinos de nuestro paĆ­s.

El trabajo de Nodo XXI se estructura en torno a la promociĆ³n de diĆ”logos, debates y acciĆ³n, la formaciĆ³n de dirigentes y la elaboraciĆ³n de estudios, propuestas y opiniĆ³n. Esto, con la perspectiva de pensar un proyecto alternativo al neoliberalismo que permita hacer de Chile un paĆ­s inclusivo, justo y democrĆ”tico.