Camila Miranda, presidenta Fundación Nodo XXI: «El acuerdo es una extensión de la derrota de la izquierda el 4 de septiembre»
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Afirma que el desafío del sector será ver cómo, dentro de los márgenes establecidos para el nuevo proceso constituyente, se puede integrar la visión de sociedad que se había plasmado en la propuesta de la Convención Constitucional.

Recuperado de elmercurio.com

Hay algunas lecciones del estallido de 2019 que todavía no terminan de sacarse o, si es que se sacaron, se olvidan, y que tienen que ver con que no se puede construir república sin ciudadanía”.

La izquierda tiene un desafío de plantearse, mirar con detención la cancha y ver cómo ahí es posible habilitar ámbitos de democracia que estaban en la apuesta de la Convención Constitucional”.

Camila Miranda es la presidenta de la Fundación Nodo XXI, centro de pensamiento ligado al Frente Amplio, semillero de figuras que hoy están en el Gobierno, como la ministra de Bienes Nacionales, Javiera Toro, y el subsecretario del Trabajo, Giorgio Boccardo, además de asesores en varias carteras.

Desde allí siguió el proceso constituyente y la discusión del acuerdo para viabilizar uno nuevo. “Jugamos un papel en términos de ir planteándole puntos a la mesa y algunos espacios que construyó la presidencia del Senado y la presidencia de la Cámara de Diputados”, cuenta Miranda, por lo que, afirma, “ya teníamos más o menos claros algunos elementos que eran parte constitutiva del acuerdo”.

—Cuando se comenzó a filtrar el contenido del Acuerdo por Chile, usted escribió en Twitter: “Cuando vea el escrito, opino. Para qué amargarse con las especulaciones previas”. ¿No tenía confianza en el acuerdo?

—Nosotros hemos sido reiterativos, desde la fundación, en que pensamos que hay algunas lecciones del estallido de 2019 que todavía no terminan de sacarse o, si es que se sacaron, se olvidan, y que tienen que ver con que no se puede construir república sin ciudadanía. Cuando uno se plantea un proceso constituyente, se está planteando refundar instituciones que son vitales para esa convivencia y hay una tensión que es previa al estallido respecto de la relación de la ciudadanía con la política. Si uno lo pierde de vista, puede estar construyendo un proceso institucional de cambio que no sea legítimo y eso es contrario a la noción inicial del proceso constituyente que tenía que ver con canalizar algunos elementos de la crisis social. Eso lo seguimos manteniendo como una preocupación, aun cuando el proceso esté abierto.

—¿Cree que este acuerdo deja de lado a la ciudadanía?

—Para mí, la pregunta central es si el acuerdo permite dar legitimidad a un proceso constituyente que seguimos necesitando porque requerimos ajustes institucionales, algunos más profundos, otros menores. Me parece que si uno toma esta tensión que hay entre la ciudadanía y la política, en el sentido de que siente que no le resuelve sus problemas cotidianos, que no le escucha, yo esperaría que se le hubiese entregado mayor relevancia a la ciudadanía en la toma de decisiones (…). Hay distintos diseños constitucionales, pero en el que se llegó a acuerdo me parece, y todavía se está a tiempo, que debe permear más la ciudadanía.

—Miembros del PC y Comunes dijeron que había que mejorar el acuerdo y acusaron un tutelaje, en parte, por las 12 bases establecidas. ¿Concuerda con eso?

—Este es un proceso que tiene límites claros, no es uno que se da en la clave de repensar todos los ámbitos que nos organizan y desde esa reflexión decir qué cosas hay que enmendar y cuáles mantener. En esas 12 bases, al final, hay una especie de proyecto mínimo de sociedad común de quienes concurrieron al acuerdo. Por eso yo digo que ahí falta la legitimación de la ciudadanía, de decir “ese también es mi marco común de discusión para lo que hay que ajustar”. Ahora, tú puedes leer esa demarcación como una tutela del Congreso o, y yo trato de circunscribirla así, como que estamos en un proceso constituyente que no es solo una etapa, sino que la leo desde antes del 2019 y me parece que no se va a cerrar, ojalá, con una propuesta de nueva Constitución, porque los ajustes que implica un cambio constitucional toman mucho más tiempo.

“Yo creo que el órgano más complejo es el árbitro, que tiene incluso más atribuciones que el Tribunal Constitucional. Y por los quorum para resolver, puede ser muy usado. Ahí estará lo más delicado”.

—¿Es un mal acuerdo para la izquierda que impulsó el Apruebo?

—El acuerdo es expresivo de la derrota de las alternativas de izquierda y la apuesta que fue la Convención Constitucional. En ese sentido, como extensión de la derrota de la izquierda del 4 de septiembre, obliga en los códigos en que está articulado a preguntarse sobre los avances ineludibles y qué significa no retroceder. En mi opinión, los bordes son un marco que permite decisiones tanto de reafirmar elementos de la Constitución del 80 como revertirlos o cambiarlos. Por eso va a ser tan importante cómo queden conformados los distintos órganos, porque de alguna forma los bordes, que son límites, te dan muchas opciones.

“La izquierda tiene un desafío de plantearse, mirar con detención la cancha y ver cómo ahí es posible habilitar ámbitos de democracia que estaban en la apuesta de la Convención Constitucional en el sentido de visión de sociedad”.

—No va a ser una discusión más fácil que la anterior, entonces.

—Va a ser más compleja. Y como es un proceso más corto y con más etapas, es también más engorroso de estar permeado por la ciudadanía. Y en cuanto a posibilidades de avance o retroceso, este es un escenario con hartos desafíos para la izquierda.

—Su nombre ha sonado como candidata del Frente Amplio para el Consejo Constitucional. ¿Va a ser candidata?

—La verdad no es algo que hemos discutido desde la fundación. Además, con el sistema que se va a utilizar, que es el del Senado, es muy complejo arribar al listado y uno podría decir que la posibilidad de que el oficialismo vaya conjunto hace más difícil el poder participar. Pero desde luego, como fundación, nosotros vamos a apoyar y vamos a darle seguimiento a todo el proceso.

“Vigas de estabilidad”

—Usted escribió en octubre de 2021: “A la derecha no se la enfrenta con denuncias. Hay que ofrecer un camino concreto de transformaciones de corto y mediano plazo”. ¿Qué camino está ofreciendo hoy la izquierda al país?

—Eso se puede leer tanto en la clave constituyente como en la clave del Gobierno, porque es un gobierno que se plantea como uno transformador. Me parece que hoy día, que la izquierda le plantee una alternativa al país tiene que ver con cómo logra construir nuevas vigas de estabilidad, pero vigas de estabilidad que no necesariamente se cierran a que se requiere de cambios. Y en ese sentido, cambios en calidad de vida yo creo que van a ser indicadores muy fuertes de éxito, o no, de una fuerza de izquierda (…).

—¿Y el Gobierno tiene claro cuál es el proyecto que está ofreciendo o todavía se está acomodando?

—Yo creo que tras la derrota del 4 de septiembre rápidamente se toma conciencia de cuáles deberían ser las líneas articuladoras del resto del gobierno y eso se codifica en esta idea de las tres seguridades: ciudadana, social y económica. Ahí se logra construir un punto cardinal (…). Después, todas las decisiones tienen que estar articuladas en virtud de la priorización, considerando que siempre va a haber contingencias. Creo que eso le ha permitido retomar la iniciativa: la presentación de la reforma previsional, del Plan Nacional contra el crimen organizado, el acuerdo que el Presidente plantea que se requiere en La Araucanía muestran una acción distinta, que en algún momento estaba supeditada a cómo resultase el proceso constituyente.

—¿Han hecho esa misma reorientación las coaliciones oficialistas?

—Construir estos cambios de orientación creo que fue un ejercicio de maduración del diálogo entre las coaliciones que yo valoro y, una vez que tienes esas aristas establecidas, obliga a ir reproduciendo ese mismo diálogo para todas las iniciativas. Creo que en las circunstancias en las que estamos parece imposible avanzar sin plantearse, cada vez que se quiera hacer algún anuncio sustantivo, ese diálogo que ya no solo incluye a las presidencias de los partidos, sino que debe tener en cuenta la fragmentación. De lo contrario, puedes tener una propuesta muy buena que se desgrana ni siquiera por la oposición, sino que por tu misma gente.

—¿Y están trabajando así?

—Creo que en algunas cosas sí, por ejemplo, en la propuesta de reforma previsional me parece que el oficialismo tomó una decisión que ha sido defendida y sostenida por todos los sectores que conforman Socialismo Democrático y Apruebo Dignidad. A mí me gusta poner el caso del Ministerio del Trabajo, que creo que ha logrado producir una síntesis para construir acuerdos en ámbitos que no son sencillos, por ejemplo, para dar paso al proyecto de 40 horas o incluso para la previsional. Yo creo que ese ejercicio, que no es rápido, va a haber que replicarlo y ejercitarlo más. Y en otros casos ha quedado en evidencia que esos diálogos han estado un poco ausentes.

—Daniel Jadue (PC) ha planteado que la izquierda logra estar representada en las instituciones, pero se aleja de la calle; que en algunos lugares hay más partidos de izquierda que puntos porcentuales en las elecciones, y que a veces es más fácil encontrar a sus enemigos dentro de la izquierda. ¿Está de acuerdo?

—Yo creo que en esas expresiones desarrolla lo que a mi parecer es la crisis de los partidos (…). Cuando plantea que la izquierda está en las instituciones, lo que pasa básicamente es que se desancla (…).

“Quizás él está hablando de su propia experiencia y las tensiones que podrían tener entre ellos. Yo creo que justamente cuando las fuerzas se desanclan, empiezan a ser más relevantes otras cosas: más que defender proyectos, tiene que ver con qué lugar ocupa cada cual en la institucionalidad y eso pervierte a las organizaciones. Yo ahí recojo su análisis en el sentido de que la izquierda se tiene que reanclar con fuerza”.

—¿Debería el Frente Amplio avanzar hacia un partido único?

—En términos generales, los partidos que hoy día componen el Frente Amplio forman parte de un proceso conjunto, entonces uno podría decir que es complejo explicar cuáles son las diferencias y por qué son distintos partidos. Ahora, si uno va al dedillo, hay diferencias. En el proceso de fragmentación y reorganización de los partidos es probable que suceda porque el desafío que tiene la izquierda es cómo construir mayoría (…). Pero el desafío de construir un partido único tiene que estar vinculado a qué parte de la ciudadanía quiero representar y cuáles son mis convicciones conjuntas.

—¿Cómo ve a Chile Vamos? Desde allí afirmaron que cuando eran gobierno, el actual oficialismo les negó la sal y el agua y que ellos no harían lo mismo.

—Yo creo que no se puede hablar hoy día de Chile Vamos como un conjunto (…). Yo creo que hay algunos que tienen esa conciencia y, con todas las diferencias que tienen con este gobierno, han estado dispuestos a dialogar y a escuchar. Y creo que hay otros sectores que están en una ausencia de proyecto, muy tensionados por la ultraderecha que se ha ido constituyendo y, por tanto, comportándose también como esa ultraderecha.


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