Ni biombos, ni patriarcado en las aulas: reflexiones sobre la educaciĆ³n de las mujeres en Chile
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El patriarcado ha fundado desde la filosofĆ­a, la religiĆ³n, la biologĆ­a y la psicologĆ­a una concepciĆ³n de inferioridad, dependencia y subordinaciĆ³n de la mujer, que ha sido naturalizada por siglos y que aĆŗn hoy permanece en parte importante de la cultura chilena. Esto permite explicitar -tal como lo desarrolla Simone de Beauvoir en El segundo sexo– que no hay nada natural e inmutable y que, por tanto, los roles que dicha construcciĆ³n de dependencia les impone a las mujeres son necesariamente combatibles y superables.

En un momento histĆ³rico en que las mujeres se organizan contra la violencia machista que sigue cobrando vĆ­ctimas y por el reconocimiento de derechos bĆ”sicos como la autonomĆ­a de sus cuerpos, el derecho a decidir, la igualdad salarial, una educaciĆ³n no sexista y polĆ­ticas de prevenciĆ³n contra la violencia, es imperativo cuestionarse cuĆ”les son los espacios que posibilitan la reproducciĆ³n machista y patriarcal. Uno de ellos es, sin duda, la educaciĆ³n.

La educaciĆ³n formal ha sido uno de los espacios clave en donde se han asignado y perpetuado asimetrĆ­as de poder vinculadas a los roles de gĆ©nero. Como se detallarĆ” a lo largo de las prĆ³ximas pĆ”ginas, desde los inicios del proyecto educativo republicano conducido por las elites masculinas, existe una marcada diferenciaciĆ³n por sexo en cuanto a acceso, cobertura, orientaciĆ³n y fines.

En el presente artĆ­culo se analiza el desarrollo de la educaciĆ³n formal de la mujer en Chile, cuĆ”les han sido sus sentidos, cĆ³mo la hegemonĆ­a patriarcal (ya sea desde las voces y conducciĆ³n del Estado, iglesia y mercado) se ha impuesto y ha prolongado sus ataduras desde las aulas, los discursos asociados que justifican esta diferencia y los desafĆ­os que son necesarios abordar, para avanzar hacia una educaciĆ³n pĆŗblica feminista, que permita la plena autonomĆ­a de las mujeres.

1. De la Iglesia al Mercado

La preocupaciĆ³n por la instrucciĆ³n de la Ć©lite masculina comenzĆ³ con el nacimiento de la RepĆŗblica, por las influencias ilustradas y el valor que Ć©stas le otorgan a la educaciĆ³n, como un campo en disputa contra las viejas ideas monĆ”rquicas: se educaba para formar a ciudadanos libres. Avanzando el siglo, se vio la importancia de ir ampliando la educaciĆ³n para moralizar a la poblaciĆ³n, y ya, desde fines del XIX hasta el golpe de Estado de 1973, como un elemento imprescindible para la modernizaciĆ³n del paĆ­s.

El desarrollo de la educaciĆ³n de las mujeres, en cambio, fue mucho mĆ”s lento. SĆ³lo desde muy avanzado el siglo XIX fue aumentando paulatinamente el interĆ©s de las elites masculinas por instruir a las mujeres. En ese proceso, se observan tres momentos en cuanto a quiĆ©n o quiĆ©nes se hacen responsables en forma preponderante en la educaciĆ³n de las mujeres: la Iglesia y privados, el Estado y privados, y finalmente el mercado.

1.1. La Iglesia y los privados: moralizar a las mujeres para moralizar a la sociedad

Si durante la mayor parte del siglo XIX el Estado asume una muy acotada responsabilidad respecto de la educaciĆ³n en general, en la educaciĆ³n de las mujeres es prĆ”cticamente inexistente. Si bien hubo algunas escuelas particulares para hijas de la Ć©lite, serĆ”n los conventos quienes comiencen a abrir colegios para mujeres (el primero fue el de los Sagrados Corazones de JesĆŗs y MarĆ­a en 1838) y van a ser los pilares de la educaciĆ³n femenina durante el perĆ­odo.

Entre 1830 y 1840, ā€œla mujer aristocrĆ”tica chilena desarrollĆ³ una suerte de rebeliĆ³n (…) exigiĆ³ la matrĆ­cula en Liceos y Universidades, para alcanzar una ā€œprofesiĆ³n liberalā€[1]. Sumado a esto, el movimiento intelectual del ā€˜42 tambiĆ©n se inclinĆ³ por la educaciĆ³n de las mujeres. Esta demanda fue asumida por el Estado, pero traspasada a las congregaciones religiosas. Un ejemplo es el Sagrado CorazĆ³n, congregaciĆ³n traĆ­da por el Estado desde Francia para fundar el colegio del mismo nombre en 1853 y, ademĆ”s, crear la Escuela Normal de Preceptoras Chilenas, quedando asĆ­ en manos catĆ³licas la educaciĆ³n de las maestras hasta 1883, cuando el Estado tomĆ³ el control. AsĆ­, en la Escuela Normal de Preceptoras se realizĆ³ el disciplinamiento de la mujer popular desde la segunda mitad del siglo XIX. Las religiosas las educaron en conocimientos y moral catĆ³lica, para que ellas lo expandieran a la sociedad[2].

Si bien la Ley de InstrucciĆ³n Primaria de 1860 estableciĆ³ que esta se darĆ­a bajo la direcciĆ³n del Estado en forma gratuita, no se tradujo en un aumento significativo ni en su masificaciĆ³n, menos para las mujeres. De esta forma, fue la Iglesia o las sociedades privadas, como la Sociedad de InstrucciĆ³n Primaria (SIP)[3], quienes seguirĆ­an formando a las mujeres.

1.2. El Estado las educa: profesionales en las labores del sexo

La presiĆ³n hacia el Estado de algunas mujeres por ingresar a la universidad marca un hito. Si bien nunca estuvo formalmente prohibido, AmunĆ”tegui firma en 1877 un decreto con el doble fin de dar un golpe mediĆ”tico para calmar a la opiniĆ³n pĆŗblica y para eliminar la ā€œcostumbreā€, que era el real impedimento para su ingreso[4]. Las primeras estudiantes debieron asistir acompaƱadas de sus madres o tras biombos. Amunategui ademĆ”s impulsĆ³ la escolarizaciĆ³n de las mujeres, pero entregĆ³ esta iniciativa a los privados, conformando las ā€œSociedades de padres de familiaā€ para que organizaran el colegio internamente. El Estado garantizarĆ­a una subvenciĆ³n anual y otro tanto serĆ­a costeado por la Municipalidad. Finalizada la instrucciĆ³n, recibirĆ­an el tĆ­tulo de Bachiller en Humanidades[5].

La creaciĆ³n del Instituto PedagĆ³gico en 1889 significĆ³ un viraje hacia un proyecto educativo cientĆ­fico en la educaciĆ³n de las y los profesores[6]. A su vez, dicha renovaciĆ³n promoviĆ³ que jĆ³venes de los sectores medios emergentes ingresaran a los liceos, diferenciĆ”ndose de quienes estudiaban en la escuela primaria o tĆ©cnica. Sin embargo, se mantuvo la distinciĆ³n por sexo en donde el objetivo de la educaciĆ³n secundaria femenina fue proyectar ā€œ(…) su funciĆ³n domĆ©stica hacia el espacio social acorde al proyecto nacionalā€[7], siendo la Ć©lite masculina la responsable de la planificaciĆ³n de esta instrucciĆ³n.

A comienzos del siglo XX, el Estado continĆŗa con la fundaciĆ³n de liceos femeninos, -aunque eran inferiores en infraestructura e imagen al de los varones[8]– e irĆ”n aumentando junto con el progresivo crecimiento de los sectores medios, persistiendo la diferenciaciĆ³n por sexo en cuanto a espacios fĆ­sicos y al fin de la educaciĆ³n, en donde se reprodujo la socializaciĆ³n de las labores asignadas a las mujeres. AsĆ­, ā€œel proyecto de desarrollo, progreso y modernizaciĆ³n de la naciĆ³n, abogĆ³ por la consideraciĆ³n funcional de la mujer bajo la lĆ³gica de la enseƱanza, la higiene y el cuidadoā€[9].

En cuanto a la educaciĆ³n superior, la Universidad de Chile, la de ConcepciĆ³n y posteriormente la Universidad CatĆ³lica (1932) admitirĆ”n mujeres. Esta Ćŗltima, principalmente del nivel socioeconĆ³mico mĆ”s alto. Si anteriormente la Iglesia contribuyĆ³ a negar la educaciĆ³n superior femenina, ahora desde las aulas profundizarĆ” su intervenciĆ³n social patriarcal, produciĆ©ndose su auge durante la dictadura militar de Pinochet (1973-1989)[10].

La Reforma Educativa de 1965 permitiĆ³ el acceso de las mujeres a las escuelas secundarias industriales y agrĆ­colas y a la coeducaciĆ³n[11]. AsĆ­, en los setenta, la poblaciĆ³n escolarizada aumentĆ³ progresivamente[12]. Sin embargo, se mantuvieron las diferenciaciones en base al sexo, ahora dentro del aula y en el mismo espacio fĆ­sico.

Al estar asegurado el ingreso igualitario a la educaciĆ³n, al menos en tĆ©rminos formales[13], el gobierno de la Unidad Popular proyectĆ³ las reformas en otros Ć”mbitos, tales como vincular la educaciĆ³n con la economĆ­a, con la participaciĆ³n democrĆ”tica y pluralista en todos los niveles, sin considerar especĆ­ficamente las desigualdades en la reproducciĆ³n de roles de gĆ©nero dentro de las aulas[14].

1.3. El mercado: el negocio que reproduce el patriarcado

La dictadura militar pretendiĆ³ refundar totalmente el sistema econĆ³mico, polĆ­tico y social en nuestro paĆ­s. La moralidad ultra conservadora con la que se revistiĆ³ utilizĆ³ a las mujeres como punto de apoyo para desplegar su estrategia de moralizaciĆ³n de la naciĆ³n en los valores cristianos y patriĆ³ticos y tambiĆ©n el sistema educativo, con una intervenciĆ³n militar directa en universidades y escuelas[15], a fin de extender esta dominaciĆ³n. El giro neoliberal y conservador que tuvo la educaciĆ³n durante esta etapa sentĆ³ los cimientos del modelo educativo vigente. La municipalizaciĆ³n y los colegios particulares subvencionados se tradujeron en mĆ”s segregaciĆ³n, la desmembraciĆ³n de las universidades estatales y tradicionales, la introducciĆ³n del mercado en la educaciĆ³n y la desprofesionalizaciĆ³n docente.

La llegada de la ā€˜democraciaā€™ profundizĆ³ este modelo, aumentando las subvenciones a los privados, lo que sin duda incrementĆ³ la cobertura. En cuanto a la perspectiva de gĆ©nero, las polĆ­ticas de la ConcertaciĆ³n se redujeron a la promociĆ³n de la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres en el acceso a los distintos niveles educativos, siguiendo en tal sentido las recomendaciones del Banco Mundial que ya en 1994 ā€œreconoce explĆ­citamente la necesidad de reducir la disparidad de gĆ©nero y aumentar la participaciĆ³n de las mujeres en el desarrollo econĆ³micoā€[16]. AsĆ­, para el aƱo 2015, la cobertura alcanzĆ³ un 98% en la educaciĆ³n bĆ”sica y un 95% en educaciĆ³n media, sin que existan diferencias significativas por sexo[17]. En educaciĆ³n superior, a partir de las reformas de 1981, la participaciĆ³n femenina en el sistema crece de manera sostenida, especialmente en el subsistema universitario privado[18]. El negocio educativo identificĆ³ bien cĆ³mo enfocar expansiĆ³n y carreras, de modo que hoy las mujeres mayormente se forman en instituciones masivo-lucrativas universitarias o de la educaciĆ³n tĆ©cnico profesional, dependientes de la CPC y de la Iglesia (entre el 2011 y 2014 se matricularon mĆ”s mujeres que hombres)[19].

Si otrora la Iglesia asumiĆ³ y definiĆ³ inicialmente los valores de la educaciĆ³n, hoy es el mercado quien los impone. Entonces la mujer debe asumir el traje del emprendedor, el cual es viabilizado por la educaciĆ³n formal mediante la invisibilizaciĆ³n progresiva de las diferencias y la seƱalizaciĆ³n de competencias genĆ©ricas y especĆ­ficas hacia el mercado laboral. Todo ello, sin que las obligaciones propias del trabajo domĆ©stico y reproductivo desaparezcan de las expectativas sociales asociadas al rol de la mujer en la sociedad, configurĆ”ndose asĆ­ bajo una forma especĆ­fica la ā€œdoble explotaciĆ³nā€[20] a la cual la literatura feminista contemporĆ”nea hace largamente referencia.

2. La naturalizaciĆ³n de la vocaciĆ³n por el servicio y los cuidados

Si bien parece encontrarse superada en la comprensiĆ³n colectiva la exclusiĆ³n de las mujeres de la educaciĆ³n -han desaparecido los biombos y el acceso a la educaciĆ³n secundaria y terciaria ya no estĆ” restringida a los hombres- sigue existiendo una suerte de disposiciĆ³n de las mujeres a las tareas de servicio y cuidados, siendo posible observar continuidades desde los inicios de la RepĆŗblica en la historia de la educaciĆ³n.

AsĆ­, la idea de igualdad que pregonaron las primeras feministas tras la IlustraciĆ³n europea, fueron respondidas por los pensadores con el discurso que autoras como Celia AmorĆ³s llaman ā€˜la misoginia romĆ”nticaā€™[21], que busca fundar un estereotipo de mujer, relevando las virtudes que la hacen sobresalir por sobre el hombre, especialmente en cuanto al don de la maternidad que serĆ” asociada a determinados valores y cualidades. Producto de su virtud, la mujer no tiene necesidad de buscar la igualaciĆ³n con el hombre, pues tiene su lugar siendo el centro de la familia, en el cuidado de sus hijos y marido. Se esencializa lo femenino como una diferencia identitaria y se le confina, desde ya, al espacio privado. Ya Rousseau en su famoso Emilio o De la educaciĆ³n, sostenĆ­a cĆ³mo debe ser la mujer, para despuĆ©s afirmar que es asĆ­ por naturaleza. SofĆ­a, la mujer ideal que debĆ­a ser educada en la sujeciĆ³n y en la obediencia[22].

La idea primaria de la Iglesia acerca de la mujer como un ser sin alma, abre paso a un concepto funcional de ella en virtud de su posiciĆ³n al interior de la familia. MĆ”s recientemente, Silvia Federici plantea que dicho Ć©nfasis vocacional no es extraƱo si la acumulaciĆ³n capitalista se basa en el trabajo reproductivo[23]. Esto significa que la reproducciĆ³n de la fuerza de trabajo se sostiene gracias al trabajo domĆ©stico, por lo que es claro el carĆ”cter construido de los roles de gĆ©nero en la sociedad capitalista.

En la historia de la educaciĆ³n chilena es preciso observar estas ideas en los debates sobre inclusiĆ³n-exclusiĆ³n de las mujeres en las instituciones educativas, las materias que debĆ­an enseƱarse, las carreras que mayormente estudiaban y estudian, y la divisiĆ³n sexual en las escuelas. Si bien la educaciĆ³n no es pura reproducciĆ³n y su potencial liberador se vislumbra en la historia, en lo sucesivo este trabajo se centra en el proceso de construcciĆ³n de una normatividad femenina desde la educaciĆ³n, en la orientaciĆ³n hacia el servicio y los cuidados, con primacĆ­a en los valores morales y afectivos.

Tempranamente se aprecian referencias a la necesidad de la formaciĆ³n de las mujeres para un rol especĆ­fico dentro de la divisiĆ³n sexual del trabajo. JosĆ© Miguel Carrera instruye al Cabildo y a los monasterios para que destinen una sala para educar a las niƱas en que aprendan religiĆ³n, escribir y leer y ā€œlos demĆ”s menesteres de una matrona, a cuyo estado debe prepararlas la Patriaā€[24]. Estando tan presente la Iglesia en la formaciĆ³n de las mujeres afirma la subordinaciĆ³n y releva su funciĆ³n social. La preocupaciĆ³n del Estado en cuanto a la formaciĆ³n de las mujeres a mediados del siglo XIX es para que la Patria cuente con mujeres letradas, pues, al ser madres, podrĆ­an educar a ciudadanos virtuosos. La cualidad de enseƱanza se asocia a los instintos ā€˜naturalesā€™ propios de las mujeres.

Avanzado el siglo, de esas visiones vendrĆ” la nociĆ³n del doble rol de ā€œmaestra-madreā€, comenzando una feminizaciĆ³n de la profesiĆ³n docente en donde la preceptora replicarĆ” el rol ā€œafectivo, silencioso y obediente que se le asignaba a la mujer al interior de la familia patriarcalā€[25]. Dicha feminizaciĆ³n vino de la mano con la fundaciĆ³n de la Escuela Normal de Preceptores y con el aumento de la discusiĆ³n por la cobertura y ampliaciĆ³n de dicha instrucciĆ³n a mujeres. Sin embargo, tras la vinculaciĆ³n al ā€œinstintoā€ femenino se escondĆ­a la desvalorizaciĆ³n de la enseƱanza, traducida en bajo prestigio y sueldos, en oposiciĆ³n desde luego a la docencia que ejercĆ­an los hombres en los liceos masculinos y en las universidades. Tanto liberales como conservadores entendĆ­an que la instrucciĆ³n dada a las mujeres debĆ­a tener un doble fin: ser moralizador (formar una sociedad de ciudadanos amantes de la Patria y/o temerosa de Dios) y actuar como mecanismo de control social, diferenciado por el acceso y entrega de contenidos segĆŗn la extracciĆ³n de clase de los educandos[26]. En la actualidad, son mĆ”s las mujeres profesoras y las que ocupan menos cargos directivos[27]. La lĆ³gica de la autoridad paternal pesa incluso en el gremio: el Colegio de Profesores, desde sus orĆ­genes en 1986, ha tenido 4 presidentes, todos hombres.

Otro importante momento de debate fue el que propiciĆ³ la entrada de (algunas) mujeres a la educaciĆ³n a travĆ©s del ā€œdecreto AmunĆ”teguiā€. Desde los conservadores, se plantearon interrogantes sobre si ā€œĀæSe puede ser buena esposa y madre y, a la vez, estudiar?ā€. En una ediciĆ³n de El Mercurio del aƱo 1881 se podĆ­a leer que ā€œEl campo de operaciones para el hombre es el mundo, el trĆ”fago de los negocios es su elemento (ā€¦) El centro de evoluciĆ³n de la mujer es la casa; allĆ­ estĆ” su trono, desde el cual ejerce una influencia bienhechora o perniciosa, pero siempre poderosĆ­sima sobre la sociedadā€[28], que bien explica la nociĆ³n de la misoginia romĆ”ntica.

En cuanto a la divisiĆ³n sexual de la educaciĆ³n, el surgimiento de los liceos femeninos constituye un papel central, socializĆ”ndose los valores asociados a las mujeres. Hay currĆ­culums divididos, donde la enseƱanza masculina es para la vida pĆŗblica y la femenina para la vida domĆ©stica. Por ejemplo, en el proyecto de instrucciĆ³n primaria de 1860 la enseƱanza de la ConstituciĆ³n para los hombres estarĆ” reemplazada para las mujeres por economĆ­a domĆ©stica, costura, entre otras; asĆ­ mismo en los planes de estudio para las mujeres normalistas de 1883. Lo anterior favorece una temprana divisiĆ³n ā€˜naturalā€™, que luego se expresa en las carreras que van a escoger principalmente las mujeres que acceden a la universidad, asociadas a servicios.

Al alero de los liceos, se formaron primariamente Ć©lites de mujeres, que con la inclusiĆ³n de sectores medios -como afirma AsunciĆ³n LavrĆ­n[29]– harĆ”n propicio el surgimiento de una llamada ā€˜maternidad cientĆ­ficaā€™. Si bien la formaciĆ³n en humanidades y ciencia afirma a la instrucciĆ³n secundaria como espacio de desarrollo del pensamiento y de mayor participaciĆ³n femenina, la visiĆ³n androcĆ©ntrica y el curriculum marcadamente sexista fundado en ideas como que ā€œNo formar sino a uno de los sexos, o formar a ambos con prescindencia de la armonĆ­a de sus futuros roles, equivale a divorciarlos moralmenteā€[30], incentiva la diferenciaciĆ³n de roles, logrando equilibrar el desarrollo de la razĆ³n asociada a lo masculino, con la afectividad propia de lo femenino para una efectiva divisiĆ³n sexual y jerarquizada del trabajo.

El aumento de la matrĆ­cula femenina en los establecimientos pĆŗblicos primarios y secundarios, parece romper con la desigualdad, pero no serĆ” hasta el reconocimiento de la ciudadanĆ­a con el derecho a voto que Ć©sta tendrĆ” mayor peso emancipador. Las reformas educativas de 1965 promueven la creaciĆ³n de liceos mixtos con un discurso coeducacional. Sin embargo, hasta la fecha y en menor grado, se mantiene la divisiĆ³n en cuanto a los establecimientos emblemĆ”ticos tradicionales y a la educaciĆ³n de escuelas catĆ³licas.[31] Desde luego que la presente divisiĆ³n responde principalmente a la tradiciĆ³n, por existir un currĆ­culum comĆŗn (sin aĆŗn considerar la idea del currĆ­culum oculto de gĆ©nero), pero toda vez que perpetĆŗa la divisiĆ³n, promueve, al menos implĆ­citamente, roles diferenciados.

Si bien en las universidades dicha divisiĆ³n no opera, en la prĆ”ctica toma otras expresiones, pues la producciĆ³n convencional del conocimiento, tanto como el vĆ­nculo entre saber y poder estĆ”n asociadas al hombre. ĀæQuĆ© van a estudiar las mujeres? Desde sus inicios [32] y avanzado el siglo XX, las mujeres optan por salud, educaciĆ³n y carreras como profesora de alimentaciĆ³n y educaciĆ³n para el hogar[33]. Con la masificaciĆ³n de la educaciĆ³n superior, la tendencia por las carreras feminizadas se mantiene. El 2016 la participaciĆ³n de las mujeres en el sistema universitario en carreras de educaciĆ³n alcanza el 72% (principalmente en EducaciĆ³n Parvularia, Diferencial y BĆ”sica) y en salud a un 69% (en carreras que no son medicina, como Obstetricia con el 93% y NutriciĆ³n con un 88%). A su vez, en el sector tĆ©cnico profesional, la participaciĆ³n femenina en educaciĆ³n alcanza el 84%, mientras en salud el 81%[34]. En ambos casos contrasta con el Ć”rea de TecnologĆ­a, donde no superan el 20% y 24% de participaciĆ³n, respectivamente. Bien lo han sabido leer los estrategas del mercado a travĆ©s de la expansiĆ³n de la educaciĆ³n masivo-lucrativa.

3. Hacia una educaciĆ³n pĆŗblica feminista, laica, no sexista y democrĆ”tica

La educaciĆ³n ha sido un espacio propicio para la reproducciĆ³n de la normatividad femenina, como, a su vez, para potenciar el libre pensamiento, la organizaciĆ³n de mujeres y su inclusiĆ³n en el espacio pĆŗblico, asumiendo su sentido mĆ”s liberador. El mejor ejemplo es el Movimiento Pro-EmancipaciĆ³n de las Mujeres de Chile (MEMCH), una de las primeras organizaciones feministas que, fundado en 1935, reuniĆ³ a diversos colectivos de mujeres de distintos sectores sociales y liderado por las intelectuales universitarias de la Ć©poca. Si bien se diluyĆ³ despuĆ©s de la obtenciĆ³n del voto en 1949, su legado permite vindicar la educaciĆ³n como un elemento sustancial en la toma de conciencia de las mujeres[35].

Sin embargo, hay pilares del patriarcado estructurantes y muy profundamente afianzados en nuestra cultura, que se esconden e invisibilizan frente a la suerte de igualdad de oportunidades en el acceso, lĆ³gica fervientemente promovida por las fuerzas concertacionistas. Como lo afirma Silvia Federici, ā€œla jerarquĆ­a hace que las diferencias se vuelvan una fuente de discriminaciĆ³n, de devaluaciĆ³n y de subordinaciĆ³nā€[36], es decir, abogar por la superaciĆ³n de toda diferencia a priori no se enfrenta decididamente a develar lo que posibilita que dicha diferencia habilite la subordinaciĆ³n femenina.

ĀæCĆ³mo avanzar para que escuelas y universidades eduquen reinterpretando y democratizando en cĆ³digos feministas las promesas incumplidas de la modernidad: igualdad, libertad y fraternidad? El sentido pĆŗblico de la educaciĆ³n hay que transformarlo, los vestigios republicanos del hombre como ciudadano virtuoso se mantienen en muchas esferas; jerarquĆ­as entre educadores, en procesos de democratizaciĆ³n sin perspectiva de gĆ©nero, en las disparidades en la organizaciĆ³n de la misma. Mientras sean los hombres quienes en mayor medida ocupen los espacios directivos y de inspecciĆ³n, se seguirĆ” reproduciendo la figura simbĆ³lica del padre autoritario, con capacidad de liderazgo, que ordena los espacios. En definitiva, sin educaciĆ³n pĆŗblica feminista, la democratizaciĆ³n no serĆ” para todas y todos.

Esa educaciĆ³n pĆŗblica deberĆ” ser mayoritaria en matrĆ­cula y en ideas. Basta con recordar los Ćŗltimos debates en materia educacional -ante el deterioro de Ć©sta- y la defensa organizada de la Iglesia y del mercado frente a posibles avances desmencantilizadores y democratizadores, los cuales son de alta efectividad.

Si bien muchas barreras se han superado en la educaciĆ³n de las mujeres, se siguen transmitiendo valores androcĆ©ntricos de la sociedad patriarcal mediante las normas disciplinarias, los uniformes diferenciados para mujeres y hombres, o en las prĆ”cticas de deportes, por ejemplo[37]. TambiĆ©n el llamado ā€˜currĆ­culum ocultoā€™ en las escuelas. Basta analizar los textos escolares, en donde los personajes masculinos predominan, mientras las pocas mujeres que aparecen estĆ”n asociadas al servicio dentro de los espacios privados[38]. TambiĆ©n los Ć©nfasis que las y los profesores fomenten segĆŗn su experiencia y formaciĆ³n, que mayormente no asumen conscientemente la reproducciĆ³n de los roles de gĆ©nero.

En todas estas tareas, en especial aquellas que nos exigen imaginar nuevas relaciones donde la autonomĆ­a de las mujeres no se reduzca a la del hombre capitalista, se debe tomar el consejo de Simone de Beauvoir: ā€œ…guardĆ©monos de que nuestra falta de creatividad despueble el porvenirā€[39], sĆ³lo asĆ­, a travĆ©s de la educaciĆ³n, como espacio de creaciĆ³n, podremos seguir superando barreras.

Originalmente fue publicado en Cuaderno de Coyuntura 19

  1. Salazar, G (2010). Patriarcado mercantil y liberaciĆ³n femenina (1819 – 1930). Santiago: Servicio Nacional de la Mujer. p. 66. ā†‘

  2. PeƱa, M. (2000). Hijas amadas de la Patria: Historia de la Escuela Normal de Preceptoras de Santiago, 1854-1883. Tesis para optar al grado de Licenciado en Historia. Santiago: Pontificia Universidad CatĆ³lica de Chile, p.7. ā†‘

  3. La Sociedad de InstrucciĆ³n Primaria (SIP) fue fundada en 1856 por liberales, con el fin de expandir la educaciĆ³n a los sectores pobres de la sociedad. Desde la dĆ©cada de 1880 hasta la actualidad ha estado vinculada a la familia Matte y por esto, detentan una gran influencia en el Ć”mbito de las polĆ­ticas educativas. Ver, por ejemplo. Caviedes, S. y Bustamante, A. (2015, junio). El papel de la tradiciĆ³n: la influencia empresarial del Grupo Matte. Cuadernos de Coyuntura, (8), pp. 40-54. ā†‘

  4. SĆ”nchez, K. (2006, julio-diciembre). El Ingreso de la mujer chilena a la universidad y los cambios en la costumbre por medio de la Ley 1872-1877. Historia, 2(39), pp. 497-529. ā†‘

  5. Labarca. Op. Cit., p. 165. ā†‘

  6. GĆ³mez, P. (2015, diciembre). EducaciĆ³n secundaria segregada por sexo: Lo que se esconde detrĆ”s de la ā€œtradiciĆ³nā€. Ultima DĆ©cada, (43), Proyecto Juventudes, p.114. ā†‘

  7. Ibid, p. 116. ā†‘

  8. Austin, R. (2004). Elites, pobladores y educaciĆ³n superior en Chile, 1842-1952. en Intelectuales y EducaciĆ³n Superior en Chile: de la Independencia a la Democracia Transicional, 1810 – 2001. Santiago: Ediciones Chile AmĆ©rica ā€“ CESOC, p.66. ā†‘

  9. GĆ³mez, Op. Cit., p.122. ā†‘

  10. Austin, Op. Cit., p. 62. ā†‘

  11. Ibid, p.70. ā†‘

  12. Para la educaciĆ³n primaria, hacia 1970, casi toda la poblaciĆ³n correspondiente a la edad estaba escolarizada, y en la educaciĆ³n secundaria cursaban un 30,4% de hombres y un 35,3% de mujeres entre 15 y 19 aƱos. En Rojas, C. (1994). Poder, mujeres y cambio en Chile (1964-1973): un capĆ­tulo de nuestra historia. Tesis para optar al grado de MaestrĆ­a en Historia, Universidad AutĆ³noma Metropolitana (UAM-Iztapalapa), DivisiĆ³n de Ciencias Sociales y Humanidades, Departamento de Historia, MĆ©xico D.F. p. 21. ā†‘

  13. Rojas, Op. Cit., p. 22. ā†‘

  14. Ver mĆ”s en NĆŗƱez, I. (2003). La ENU entre dos siglos: Ensayo histĆ³rico sobre la Escuela Nacional Unificada. Santiago: Lom Ediciones. ā†‘

  15. De La Cruz, P. (2016). La educaciĆ³n formal en Chile desde 1973 a 1990: un instrumento para el proyecto de NaciĆ³n. En Encuentro de Latinoamericanistas EspaƱoles (12. 2006. Santander): Viejas y nuevas alianzas entre AmĆ©rica Latina y EspaƱa, p. 10. ā†‘

  16. Riquelme, G. (2000). El Banco mundial mujeres y educaciĆ³n: aislamiento, crĆ­tica o negociaciĆ³n. Montevideo: REPEM. p. 44. ā†‘

  17. Mineduc. (2015). EducaciĆ³n para la Igualdad de GĆ©nero. Plan 2015 -2018. Santiago de Chile, p.14. ā†‘

  18. Mientras que en las instituciones del Cruch la participaciĆ³n femenina pasa de un 38% en 1984 a un 49% en 2016, en las universidades privadas el crecimiento es aĆŗn mĆ”s drĆ”stico: de un 30% en 1984 se pasa a un 58% en 2016. En las instituciones tĆ©cnico-profesionales, en cambio, la participaciĆ³n ha rondado permanentemente el 50% en el mismo perĆ­odo (Base de datos MatrĆ­cula de EducaciĆ³n Superior 1983-2016, SIES). ā†‘

  19. Mineduc. (2016). AnĆ”lisis de brechas de gĆ©nero en la educaciĆ³n superior chilena. Datos 2015, Santiago de Chile, p. 11. ā†‘

  20. Ver, por ejemplo, Federici, S. (2013). RevoluciĆ³n en punto cero: Trabajo domĆ©stico, reproducciĆ³n y luchas feministas. Madrid: Traficantes de sueƱos. ā†‘

  21. ā€œLo que llamamos misoginia romĆ”ntica (…) es un complejo ideolĆ³gico que se despliega en varios registros (ā€¦) Como si la idea de igualdad generada por la IlustraciĆ³n conllevarĆ” en sĆ­ misma la de desigualdad en relaciĆ³n con la esfera privada de lo femenino, pensada en tĆ©rminos de naturaleza y de rasero diferencial desde el que puede emerger la homologaciĆ³n igualitaria entre los varonesā€. AmorĆ³s, C. Feminismo, IlustraciĆ³n y misoginia romĆ”ntica. En BirulĆ©s, F. (Comp.). (1992). FilosofĆ­a y gĆ©nero. Identidades femeninas. Pamplona: Pamiela, pp. 113-136; aquĆ­, pp. 126-127. ā†‘

  22. Rousseau, J. (1969). SofĆ­a o la mujer. Emilio o la educaciĆ³n. ā†‘

  23. Federici, S. Op. Cit. ā†‘

  24. Labarca, Op. Cit., p. 89. ā†‘

  25. EgaƱa, M., NĆŗƱez, I., y Salinas, C. (2001). La voz de las mujeres en el Gremio: una mirada histĆ³rica (1900-1930). Docencia, (13), p. 55. ā†‘

  26. ā€œParece que la mujer hubiese nacido para minuciosa i modestĆ­sima tarea de enseƱar a los niƱos. Ella es sin duda generalmente mas consagrada, mas pudorosa, mas paciente, mas moral, mas adecuada en una palabra, para esa dificil i perona ocupaciĆ³n. como quiera que la mujer por su naturaleza y sus hĆ”bitos es mĆ”s de la casa que el hombre, hasya la escuela misma estĆ” de oridnario mas atendida, mas aseadas, mas orderada con ella que con los hombresā€ (MMIP, cit. por PeƱa, p. 28). ā†‘

  27. Ver, por ejemplo, datos en Mineduc, 2016, Op. Cit., p. 18. ā†‘

  28. EgaƱa, Op. Cit., p. 25. ā†‘

  29. LavrĆ­n, A. (2005). Mujeres, feminismo y cambio social en Argentina, Chile y Uruguay 1890-1940. Santiago: DIBAM. ā†‘

  30. Prats de Sarratea, T. (1905). Proyecto de reorganizaciĆ³n de los liceos de niƱas de la repĆŗblica. Santiago: Imprenta I Enc. Universitaria, p. 6. ā†‘

  31. De acuerdo con cifras del Ministerio de EducaciĆ³n (Mineduc), en Chile, el 3,8% de los colegios son sĆ³lo para hombres o para mujeres. Al 2015, del total de colegios, el 96,3% (11.555) son mixtos, mientras que los exclusivamente femeninos el 1,8% (209) y los de hombres, el 2,2% (262). ā†‘

  32. Mujeres y profesiones universitarias (1900-1950). Memoria Chilena: Portal http://www.memoriachilena.cl/602/w3-article-755.html#presentacion ā†‘

  33. ArtĆ­culos de los ejemplares de la revista Eva de 1948 en Ibid. ā†‘

  34. Datos SIES 2016. ā†‘

  35. Ver MEMCH. (1983). AntologĆ­a para una historia del movimiento femenino en Chile. Santiago. MEMCH. ā†‘

  36. En entrevista: http://lapeste.org/2016/02/silvia-federici-las-diferencias-no-son-el-problema-el-problema-es-la-jerarquia/ ā†‘

  37. Ver, por ejemplo, Morgade G y Alonso, G. (2008). Cuerpos y sexualidades en la escuela. De la Ā«normalidadĀ» a la disidencia. Buenos Aires: PaidĆ³s. ā†‘

  38. Covacevich C., y Quintela-DĆ”vila G. (2014). Desigualdad de gĆ©nero, el currĆ­culo oculto en textos escolares chilenos. Banco Interamericano de Desarrollo, p. 3. ā†‘

  39. Beauvoir, S. D. (1965). El segundo sexo. Buenos Aires: DeBolsillo, p. 723. ā†‘


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Autor(es)

Camila Miranda
Directora Ejecutiva en

Camila es egresada de Derecho de la Universidad de Chile. AdemĆ”s de la direcciĆ³n ejecutiva de la FundaciĆ³n, es investigadora en Estudios de GĆ©nero, Feminismo y EducaciĆ³n.