Desarrollo económico y desigualdad durante la transición a la democracia en Chile (1990 – 2009)
2 diciembre 2018
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Javier Rodríguez Weber. Doctor en Historia Económica y docente del Programa de Historia Económica y Social de la Universidad La República (Uruguay).
Resumen
El presente artículo evalúa en qué medida las condiciones materiales de los chilenos y chilenas han variado durante la transición a la democracia (1990-2009). Lo hace analizando no sólo la magnitud del crecimiento económico, sino también su distribución. De este modo, se tratan las dos dimensiones más importantes del desarrollo económico: las brechas que separan a las y los chilenos entre sí y las que separan a estos de quienes viven en sociedades más prósperas. Finalmente, se desarrolla una perspectiva integrada de ambas dimensiones, distinguiendo tres hechos básicos que invitan a una evaluación crítica del impacto del crecimiento económico promedio en distintos sectores de la sociedad chilena durante el período estudiado.

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  1. Introducción

Vivir en democracia significa no sólo que tus derechos no serán vulnerados, sino que podrás ejercerlos. Dado que el ejercicio de los derechos humanos depende, en parte, de las condiciones materiales de existencia, una democracia puede evaluarse en función del acceso que los miembros de la sociedad tienen a los recursos materiales necesarios1. Desde el punto de vista de las capacidades, ello puede resumirse en la siguiente pregunta: ¿acceden los miembros de una sociedad dada a los recursos necesarios para desarrollar libremente su proyecto vital?
Cualquier respuesta a esta pregunta requiere adoptar una perspectiva comparada. Cuáles son los recursos necesarios refiere siempre a una dimensión relativa. Por ejemplo, resulta absurdo responder negativamente porque hay enfermedades incurables que impiden a las personas vivir las vidas que desean. Sin embargo, a partir del momento de que existe un tratamiento que permitiría remover ese obstáculo a la libertad individual, la respuesta negativa cobra sentido. La muerte por cólera podía ser considerada una tragedia inevitable hace 200 años, pero hoy no. En la medida de que existe tratamiento y hay personas que acceden a él, no poder hacerlo es una injusticia inaceptable. De este modo, llegamos a la idea de desigualdad.
Así como desde el punto de vista institucional la democracia implica igualdad de derechos políticos entre los ciudadanos, desde el punto de vista económico supone igual acceso a los recursos materiales necesarios para desarrollar nuestra vida en libertad. Reconocer lo segundo como una derivación lógica de lo primero y, por tanto, combatir las desigualdades económico-sociales, además de las políticas, constituye, quizá, la seña de identidad determinante de quienes nos consideramos republicanos de izquierda.
A partir de estos criterios, el presente artículo analiza el período de la transición a la democracia en Chile, entendiendo por tal el ciclo de gobiernos que terminó en el año 20092. Nuestro objetivo es evaluar en qué medida durante este período se “democratizaron” las condiciones materiales necesarias para sustentar los proyectos de vida de chilenas y chilenos. Aunque no se trate exactamente de lo mismo, analizaremos la democratización económica como la reducción de las desigualdades en el campo de la distribución del ingreso. Lo haremos atendiendo a dos de sus dimensiones más importantes: la desigualdad que separa a las y los chilenos entre sí y de quienes viven en las sociedades más prósperas. La primera dimensión hace referencia a la distinción entre países desarrollados o centrales y subdesarrollados, en vías de desarrollo o periféricos3. La segunda trata de lo que habitualmente entendemos por desigualdad de ingreso: las diferencias que hay al interior de una sociedad entre los distintos grupos y/o personas que la componen. Finalmente, abordamos una perspectiva integrada de ambas dimensiones. Al abrir la “caja negra” que supone todo promedio, podremos elaborar un análisis más fino sobre cómo ha impactado el crecimiento económico en distintos sectores de la sociedad chilena durante el período de transición democrática4.

  1. Desigualdad internacional e interior: algunos hechos básicos

Desde el punto de vista global, las diferencias de ingreso que separan a las sociedades pobres de las ricas constituyen la desigualdad más importante. Como cualquiera puede imaginar, no es lo mismo ser pobre en Suecia que en Brasil o en el Congo. Así, dos tercios de la desigualdad global se “explica” (en el sentido estadístico) por el país en que vivimos, y un tercio por el lugar que ocupamos en la distribución del ingreso al interior de nuestra sociedad5. En otras palabras, las diferencias en el nivel de ingreso entre países son un componente muy importante de la desigualdad global, y tasas de crecimiento más altas por parte de los más pobres es lo que se requiere para reducirlas.
Los datos incluidos en la Tabla 1 permiten apreciar que, desde el punto de vista de la desigualdad internacional, el balance de los primeros veinte años de democracia es positivo. Chile tocó fondo durante el período dictatorial. En 1990, al recuperar la institucionalidad, el PIB per cápita del país era apenas un quinto del de los Estados Unidos. Veinte años antes se ubicaba entre un cuarto y un tercio. En 1913, el último año del boom salitrero, era algo menos de la mitad. Pero en el período posterior Chile revirtió la tendencia, observada durante todo el “siglo XX corto”. Desde 1990, el ingreso medio relativo pasó del 21% al 40%, alcanzando en el presente un nivel cercano al que existía hacia 1929.

Tabla 1
PIB per cápita relativo a Estados Unidos
Chile Argentina Uruguay China Alemania Francia Gran Bretaña
1913 45% 80% 53% 11% 69% 64% 79%
1929 40% 71% 43% 9% 43% 54% 70%
1970 28% 51% 33% 5% 69% 70% 66%
1980 24% 49% 33% 6% 74% 77% 70%
1990 21% 32% 25% 7% 68% 66% 65%
2000 24% 33% 24% 9% 74% 69% 75%
2010 37% 38% 32% 19% 84% 73% 71%
2016 40% 35% 38% 23% 88% 73% 74%

Fuente: Calculado a partir de Maddison Project Database, version 2018 (hoja cgdppc).
El alejamiento de Chile, pero también de Argentina y Uruguay, formó parte de una tendencia al rezago general en los países periféricos: la mayor parte del siglo XX fue un período de incremento de la desigualdad internacional6. Más recientemente parece haber una reversión. En los últimos años, la desigualdad global del ingreso ha tendido a disminuir como consecuencia del acercamiento en los niveles de ingreso medio de países pobres y muy poblados, como China y, en menor medida, India7. La misma evolución se observa, luego del año 2000, en Argentina y Uruguay. El mérito del Chile democrático refiere, principalmente, al haber iniciado antes y llegado más lejos con la recuperación.
Si, por otra parte, tornamos la mirada hacia la desigualdad al interior de la sociedad chilena, el panorama es bastante menos alentador. La situación puede resumirse en pocas palabras: la dictadura hizo de Chile uno de los países más desiguales del mundo y luego de décadas de democracia esta situación permanece, en lo fundamental, incambiada (Gráfico 1). Como resultado, hacia 2012, Chile se ubicaba en el 15% de países con mayor desigualdad (Nº 117 de 134) (Gráfico 2).

Gráfico 1:

Distribución personal del ingreso en Chile según distintas fuentes (1971-2009)

Fuentes y comentarios: La serie 1971-2009 corresponde a la distribución del ingreso personal y se calculó a partir de la encuesta de ocupación en el Gran Santiago. La encuesta CASEN tiene cobertura nacional y corresponde a datos oficiales sobre distribución del ingreso autónomo por hogares, es decir, antes de impuestos y transferencias.
Gráfico 2:
Distribución del Ingreso en 134 países (circa 2012). Índice de Gini

Fuente: PNUD. (2013). Informe sobre desarrollo humano 2013. El ascenso del Sur: el progreso humano en un mundo diverso. New York, NY: Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, Anexo estadístico, Cuadro 3.

  1. Crecimiento y desigualdad: efectos combinados

Contrariamente a un mito muy extendido, el desempeño económico del régimen de Pinochet fue, a lo sumo, mediocre. Durante la dictadura la inversión fue escasa y el crecimiento siguió siendo pobre, además de volátil –algo malo de por sí8. El país transitó por dos graves crisis en apenas siete años. Como consecuencia, se profundizó el rezago relativo (Tabla 1). Es un mérito importante del período democrático haber revertido esta situación (Tabla 3).

Tabla 3
Crecimiento, volatilidad e inversión
Tasa de crecimiento de PIBpc Desviación Standard de la tasa de crecimiento Coeficiente de Variación de la tasa de crecimiento Formación bruta de capital como % del PIB
(promedio)
1973-1989 1,4% 7% 5,98 16%
1989-2010 3,7% 3% 0,79 24%

Fuente: Rodríguez Weber. (2018). Op. Cit., cuadro 34.
La aceleración producida en el período de transición democrática no sólo permitió reducir la brecha de ingreso medio respecto a los países desarrollados, también fue el mecanismo clave para bajar la pobreza de 39% a 15% entre 1990 y 2009. Una reducción de esa magnitud es un logro no menor, pero, lamentablemente, tomó más tiempo del necesario. El ritmo de avance hubiera sido mayor con una desigualdad menor o decreciente.
El impacto del crecimiento en la pobreza está mediado por la distribución del ingreso: cuanto más desigual es una sociedad, se requiere más crecimiento para reducirla. Si el Gini es de 0,5, como en Chile, entonces un 1% de crecimiento bajará la pobreza aproximadamente en 1,4%. Pero si la desigualdad es de 0,4, entonces el mismo crecimiento la reducirá en algo más del 2%9. Si, como en Uruguay entre 2004 y 2012, el crecimiento se combina con una caída de la desigualdad –allí el índice de Gini pasó de 0,46 a 0,4010–, la reducción de la pobreza es más rápida11. Sucede que, por simple aritmética, crecer con reducción de la desigualdad significa que el ingreso de las personas pobres aumenta a una tasa superior al promedio. Para esos sectores, mejorar la distribución equivale a mayor crecimiento.
La comparación con Uruguay nos permite apreciar el efecto de la desigualdad sobre el nivel de ingreso medio por deciles de la población. En 2011, el Ingreso Nacional Bruto per cápita era un 12% superior en Chile, pero el índice de Gini también era 0,08 más alto12. Si combinamos ambos aspectos se observa que ese año:

  1. Los chilenos de menores ingresos tenían un ingreso similar a sus pares de Uruguay. Para ellos era como si no vivieran en una sociedad 12% más rica.
  1. El 50% de los chilenos de los deciles intermedios (4 a 8) tenían un ingreso inferior al de sus pares de Uruguay. Su ingreso no era el de una sociedad más rica, sino el de una más pobre.
  1. Los chilenos más ricos disfrutaban de un ingreso muy superior al de sus pares de Uruguay –en el entorno de un 40% más alto. Se trata de una magnitud mucho mayor a la que sería de esperar en función del 12% de diferencia en el ingreso medio. Ellos no sólo se beneficiaban de vivir en una sociedad más rica, tanto o más importante era vivir en una más desigual13.

Gráfico 3:
Ingreso anual por deciles en Chile y Uruguay en 2011. Dólares PPA

Fuente: Rodríguez Weber. (2018). Op. Cit., gráfico 37. Calculado a partir de datos del Banco Mundial y de SEDLAC-Banco Mundial
Pasamos ahora al análisis de la distribución mundial del ingreso, un abordaje que nos permite tener en cuenta las dos dimensiones que venimos analizando: la desigualdad interna y externa14.
El crecimiento económico sostenido permitió a los chilenos ascender en la distribución global del ingreso. En 1988 el 10% más pobre tenía un ingreso medio tal que los ubicaba en el onceavo percentil de la distribución global (considerando a la población de todo el mundo como si fuera la de un único país). Es decir, los pobres de Chile eran tan pobres como los más pobres del mundo. En 2011, la situación era bastante diferente. Su ingreso medio los ubicaba en el percentil 38 a nivel global. También los chilenos de los demás deciles avanzaron en ese período. La mayoría lo hizo entre 4 y 6 percentiles15. Sin embargo, y al igual que lo ocurrido con la pobreza, la mejora se vio limitada por la elevada desigualdad interna. Al menos para la gran mayoría.
El Gráfico 4 muestra el lugar que cada percentil de chilenos y uruguayos ocupaba en la distribución mundial del ingreso en el año 2011. El mismo proyecta una imagen incluso peor a la que surge de la comparación realizada en el Gráfico 316. Al identificar en qué lugar de la distribución mundial se ubican los ciudadanos de cada país en función de sus ingresos, se observa que los primeros 88 percentiles de chilenos, es decir, todos a excepción del 12% de mayores ingresos, están por debajo de sus pares de Uruguay. De nuevo: sólo el 10% superior goza de los beneficios de vivir en una sociedad más rica. De hecho, la elevada desigualdad del país potencia en mucho esta ventaja.
Gráfico 4
Chilenos y uruguayos en la distribución mundial del ingreso. Año 2011

Fuente y comentarios: Elaborado a partir de datos elaborados y gentilmente facilitados por Branko Milanovic. Para el método de estimación ver Milanovic, B. (2017). Op. Cit. A modo de ejemplo, el percentil 60 en Chile y Uruguay se ubican respectivamente, en los percentiles 72 y 77 de la distribución global.

  1. Comentarios finales

Al analizar el período de la transición democrática según el comportamiento de las dos variables fundamentales del desarrollo económico, la desigualdad internacional –determinada por el crecimiento económico– y la interna –resultado de cómo se distribuye dicho crecimiento entre los miembros de una comunidad–, la evidencia disponible arroja tres hechos básicos.
El primero es que, a partir de 1990 y luego de décadas de rezago relativo creciente, la economía chilena fue capaz de elevar la tasa de crecimiento a un ritmo tal que le permitió acortar la brecha con los países centrales, en particular con los Estados Unidos. Ello tuvo un fuerte impacto en el ingreso medio de los chilenos y permitió una reducción sustantiva de la pobreza.
El segundo es que, en términos de distribución del ingreso, y a diferencia de lo ocurrido con el crecimiento y la pobreza, el período posterior a 1990 no trajo un cambio de tendencia. La dictadura hizo de Chile un país muy desigual. Más allá de variaciones pequeñas, lo seguía siendo veinte años después.
Finalmente, el tercer hecho básico surge de la combinación de los dos anteriores. Para la gran mayoría de chilenos la elevada desigualdad redujo el impacto positivo del crecimiento sobre sus ingresos. Para una minoría, por el contrario, lo multiplicó. Como consecuencia, y a pesar de vivir en una sociedad que hacia 2011 era, en promedio, 12% más rica que la uruguaya, los primeros 88 percentiles de chilenos y chilenas se ubicaban por debajo de sus pares de Uruguay en la distribución global. Por el contrario, los sectores de la cúspide tenían un ingreso muy superior al que habría cabido esperar en función de la diferencia media. Es que la desigualdad no es buena o mala en sí misma: es mala para muchos y buena para algunos.

1 Naturalmente que este no es el único, ni tal vez siquiera el más importante de los factores a tener en cuenta.
2 El análisis que sigue se basa, en parte, en Rodríguez Weber, J. (2018). Desarrollo y desigualdad en Chile (1850-2009): historia de su economía política. Santiago: LOM Ediciones (2da ed.).
3 Aunque el título que se le asigne no es neutral, aquí haremos abstracción de este problema, utilizando cualquier nombre que sirva al objetivo más importante del lenguaje: poder entendernos.
4 La desigualdad económica al interior de una sociedad, cuando es elevada como en Chile, genera una serie de efectos perniciosos en distintos campos, como la movilidad social o la calidad de la democracia, entre otros. Que estos u otros aspectos del problema no sean abordados en este artículo no se debe a que los consideremos menos importantes que los que sí tratamos.
5 Milanovic, B. (2017). Desigualdad mundial: un nuevo enfoque para la era de la globalización. Ciudad de México: Fondo de Cultura Económica.

6 Williamson, J. G. (2011). Trade and Poverty. Cambridge, Mass.: MIT Press.

7 Milanovic (2017). Op.Cit.
8 Entre 1973 y 1989 el PIB per cápita creció a una tasa media anual del 1,4% en términos reales. Entre 1939 y 1973 fue del 1,3%. Y esta es la perspectiva más favorable para la dictadura. Si tomamos a la economía en su conjunto, el crecimiento fue inferior entre 1973 y 1989 que en el período anterior: esos años el PIB real se expandió al 3,1%; entre 1939 y 1973 lo había hecho al 3,4%. Díaz, J., Lüders, R., & Wagner, G. (2016). La República en cifras. Santiago: Ediciones UC.

9 De Ferranti, D. M., Ferreira, F. H. G., Perry, G. E., y Walton, M. (2004). Inequality in Latin America: Breaking with History? Washington, DC: The World Bank.

10 Amarante, V., Colafranceschi, M., y Vigorito, A. (2011). Uruguay’s Income Inequality and Political Regimes During 1981-2010. Helnsinki: UNU-WIDER.

11 En esos ocho años los uruguayos con ingresos por debajo de la línea de pobreza pasaron de 40% a 13%: Instituto Nacional de Estadística, Uruguay. (2013). Estimación de la pobreza por el método de ingreso. Año 2012. Montevideo: Instituto Nacional de Estadística. Veinte años necesitó Chile para lograr una caída parecida. El ritmo de crecimiento del ingreso del país atlántico fue cercano al 5%, similar al de Chile en los años noventa.
12 Ver fuentes de Gráfico 3.
13 Según datos de SEDLAC, la situación descrita se mantiene en el presente (Leopoldo Tornarolli, comunicación personal).
14 Milanovic (2017), op, cit.
15 La excepción fue el segundo decil, que avanzó 10 percentiles en la distribución global (de 28 a 38); más que el resto, pero no tanto como el primero. Ver fuente del Gráfico 4.
16 Una diferencia menor que puede deberse a razones metodológicas.

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