Dilemas de la consolidaciĆ³n del Frente Amplio
5 julio 2018
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Por Carlos Ruiz y VĆ­ctor Orellana
Publicada en El Mostrador

Sin grandes novedades ni realizaciones, el gobierno de PiƱera y la derecha avanzan polĆ­ticamente. La oposiciĆ³n parece no ser capaz de encontrar su lugar, ni de ser efectiva en sus funciones. Dada la crisis y obsolescencia de la vieja ConcertaciĆ³n, el vigor de la oposiciĆ³n termina siendo responsabilidad del Frente Amplio.

De ahĆ­ que las dificultades del Frente Amplio sean tan caras en el desafĆ­o de enfrentar a la derecha y recuperar la polĆ­tica para los ciudadanos. Bien lo saben las fuerzas conservadoras de la sociedad, ubicadas en la derecha formal y fuera de ella. Los interesados en neutralizar el avance de la nueva coaliciĆ³n han utilizado la destituciĆ³n del presidente de la FECH, y la forma en que se abordĆ³ la acusaciĆ³n constitucional al Ministro de Salud, para sentenciar su incapacidad polĆ­tica, su reducciĆ³n a un discurso efectista y puramente moral.

Desafortunadamente, para quienes estamos comprometidos con el proyecto del Frente Amplio como conjunto no nos basta con desestimar estas crĆ­ticas. Negarlas no resuelve, mecĆ”nicamente, las reales dificultades que se enfrentan. Estamos compelidos de hecho a encarar las raĆ­ces de estos dilemas, que apuntan al proceso de descomposiciĆ³n partidaria que marca el proceso polĆ­tico inmediato.

La descomposiciĆ³n actual de los partidos antecede a las protestas de 2011, y por ende, es el telĆ³n de fondo de la conformaciĆ³n y desarrollo de la generaciĆ³n polĆ­tica que lidera el Frente Amplio. El largo agotamiento y decadencia de los partidos de la transiciĆ³n ha terminado por descomponer la dinĆ”mica misma de la polĆ­tica, reduciendo a la mayorĆ­a de los partidos existentes a agrupaciones de carreras individuales sin cohesiĆ³n ideolĆ³gica, sin proyectos de sociedad ni unidad de acciĆ³n. Una incoherente batahola de carreras individuales, principalmente de parlamentarios, chocan en sus organizaciones negociando en forma particular cada voto, para sostener sus nichos clientelares.

En el caso del Frente Amplio, los problemas no apuntan a esas prĆ”cticas clientelares que en la derecha y la ConcertaciĆ³n corroen la polĆ­tica. Los visos de inorganicidad se presentan como la extrapolaciĆ³n de lĆ³gicas de acciĆ³n que, si en los movimientos sociales lograban producir vĆ­nculos, convocatoria e identidades, en el parlamento resultan menos efectivas. La derecha logra resistir el asedio de la oposiciĆ³n a travĆ©s de acusaciones constitucionales, en gran medida porque se prolonga en el parlamento una lĆ³gica de denuncia y bĆŗsqueda de culpables individuales, en lugar de desplegar una acciĆ³n propositiva que proyecte la fuerza social como fuerza polĆ­tica capaz de amarrar cambios concretos y reformas.

Los movimientos sociales, expresiĆ³n viva de los cambios, expectativas y frustraciones que fluyen en la sociedad, tienen una extraordinaria capacidad para impactar en el debate pĆŗblico y alterar la agenda polĆ­tica. Sin embargo, las lĆ³gicas de acciĆ³n que construyen y levantan esa fuerza no son necesariamente las mismas que permiten sostenerla y proyectarla a la polĆ­tica, incluida en ella las dinĆ”micas y espacios institucionales. Dicho en simple: se ha tenido una tremenda capacidad para plantear los problemas de la sociedad, esos que la vieja polĆ­tica echaba bajo la alfombra, pero no se ha sido capaz de cerrarlos, de expresarlos en cambios institucionales y de polĆ­tica concretos que la ciudadanĆ­a experimente en su vida cotidiana. Esa es la deuda del Frente Amplio.

La experiencia del 2011 lo demuestra. La potencia de la movilizaciĆ³n alterĆ³ la agenda pĆŗblica y puso la demanda por educaciĆ³n pĆŗblica de calidad y gratuita en debate en todos los rincones del paĆ­s. No obstante, cuando llegĆ³ el momento de la reforma, no hubo actor con capacidad de acordar cambios que revirtiesen la lĆ³gica de mercado existente en la educaciĆ³n. El movimiento estudiantil fue excluido de la misma reforma que impulsĆ³, y la soluciĆ³n que se impuso, como modalidad de ensanchamiento de la integraciĆ³n social a la educaciĆ³n superior, fue una que opera en detrimento de la educaciĆ³n pĆŗblica y en favor de las instituciones privadas, hacia donde fluyen el crecido gasto estatal bajo las modalidades de gratuidad pactadas por las fuerzas institucionales.

Este cuadro seƱala la necesidad de un diagnĆ³stico sustantivo sobre la ConcertaciĆ³n. En el Frente Amplio a veces se seƱala que la crisis de la ConcertaciĆ³n se debe a la ā€œfalta de empatĆ­aā€ de sus dirigentes con la ciudadanĆ­a, como si se tratara de un problema comunicacional o subjetivo. Este diagnĆ³stico lleva a que se discuta mĆ”s con los modos de gestiĆ³n comunicacional de las polĆ­ticas concertacionistas, y con el talante de sus liderazgos personales, que con su contenido. Tal lectura carga las tintas en el Frente Amplio hacia la empatĆ­a y cercanĆ­a comunicacional con los ciudadanos, lo que a su vez va perfilando una cultura de eludir discusiones mĆ”s de fondo, pues se teme a la tensiĆ³n que produce el debate. AsĆ­ se termina en una polĆ­tica de no tomar decisiones. Sin que se busque esto conscientemente, el peligro es que semejante dinĆ”mica pueda terminar conduciendo a la sobre-determinaciĆ³n de lĆ­deres personales, depositarios de la ā€œempatĆ­aā€ ante los ciudadanos, sobre la reproducciĆ³n de la inorganicidad de las bases.

El riesgo mayor de este panorama, en lo inmediato, es que toda alianza posible en el marco de la oposiciĆ³n se reduzca a horizontes electorales. Peor aĆŗn, a unos mĆ”s susceptibles de carreras individuales que de la construcciĆ³n de horizontes mĆ”s promisorios para un proyecto de izquierda. El Frente Amplio estĆ” impelido a dialogar y llegar a acuerdos con fuerzas polĆ­ticas que nunca serĆ”n parte de su cultura polĆ­tica ni de su ideario transformador. Ante este cuadro, las ansias de actuar como oposiciĆ³n y de obtener resultados electorales inmediatos pueden terminar minando cualquier perspectiva de transformaciĆ³n sustantiva. La apertura al diĆ”logo no implica asumir sin mĆ”s esta cultura subyancente, que naturaliza el vĆ­nculo con el gran empresariado, el ideario neoliberal y las prĆ”cticas clientelares. En la medida que el Frente Amplio eluda sus definiciones, no podrĆ” presionar por mayor claridad a sus posibles aliados. Por esto, es un error abordar la formaciĆ³n de alianzas y el diĆ”logo polĆ­tico exclusivamente desde el campo electoral. La heterogeneidad real del Frente Amplio, en esa lĆ³gica electoralista, se procesarĆ” como negociaciĆ³n de cuoteo, cultura que corresponde al declive de la ConcertaciĆ³n. Comenzar por el tema electoral es reducir la relaciĆ³n de las organizaciones al cuoteo, cultura que corresponde al declive de la ConcertaciĆ³n. Cuando se hace asĆ­, lo que queda afuera son los proyectos.

En este contexto, urge una institucionalidad polĆ­tica vinculante para todo el Frente Amplio que represente adecuadamente el peso de sus miembros y nazca de un acuerdo entre las organizaciones. Ya no se puede seguir proyectando una lĆ³gica federativa de un grupo/un voto, sino que hay que dar paso a instancias en que el peso de las organizaciones mĆ”s fuertes efectivamente les permita ser mayorĆ­a, pero en condiciones explĆ­citas, democrĆ”ticas y transparentes, y no sĆ³lo por el poder carismĆ”tico y de empatĆ­a de sus liderazgos personales. Esa institucionalidad no sĆ³lo ha de tener la labor de representar la heterogeneidad, sino, sobre todo, de conducirla. De organizar la diversidad, y en tal acto, transformarla en fuerza.

Actualmente el Frente Amplio tiene participaciĆ³n en movimientos sociales, en municipios y en el Congreso. Esta heterogeneidad es una fortaleza polĆ­tica, no una debilidad. Cada una de estas esferas tiene lĆ³gicas, formas de acciĆ³n y tareas distintas. La polĆ­tica no reside Ćŗnica ni centralmente en el parlamento o en los cargos institucionales, sino que es precisamente el ejercicio de totalidad en todos estos planos, coordinados. AsĆ­, tampoco es soluciĆ³n reemplazar la parlamentarizaciĆ³n por una centralidad de los territorios municipales o de los movimientos sociales. Ninguna esfera es a priori mĆ”s importante que la otra, sino que su peso depende del momento y los objetivos polĆ­ticos planteados. Esta complejidad es imposible de coordinar sĆ³lo desde figuras en el parlamento, y es abordable Ćŗnicamente por una institucionalidad polĆ­tica que, a travĆ©s de mecanismos democrĆ”ticos, formales y efectivos, incorpore la heterogeneidad de miradas e intervenciones existentes, produciendo sĆ­ntesis y direcciĆ³n polĆ­tica conjunta.

El Frente Amplio tiene la posibilidad de romper los amarres y las inercias de la polĆ­tica de la transiciĆ³n, y abrir un nuevo ciclo histĆ³rico. Pero la tarea no estĆ” dada. El distanciamiento entre polĆ­tica y sociedad sigue acrecentĆ”ndose; a la vez, se fortalecen actores que se presentan como ā€œanti-polĆ­ticosā€ y que promueven el desquiciamiento de la esfera polĆ­tica. Tales tendencias son precisamente de las que se nutre la derecha y su avance, y le permiten llenar el espacio polĆ­tico sin grandes logros en lo inmediato. La historia no esperarĆ” eternamente la consolidaciĆ³n del Frente Amplio como actor polĆ­tico, el tiempo que tiene es finito si quiere enfrentar la actual situaciĆ³n. Aprovechemos esta oportunidad.


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