Lagos, el CAE y los mitos. Lecciones para el futuro
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La Corte Suprema acaba de ordenar borrar las deudas del CAE y del Fondo Solidario a quienes se declaren ā€œen quiebraā€. Este fallo se suma al de pocas semanas atrĆ”s, que permite la prescripciĆ³n de su cobro. En suma, los Tribunales agravan mĆ”s todavĆ­a la ya larga crisis del CAE. Aparte, por estos mismos dĆ­as el ex Presidente Lagos anuncia el segundo volumen de sus memorias. Su autocrĆ­tica por el CAE, de hecho, aparece destacada en los principales diarios del paĆ­s.

Es que el CAE agoniza. Y con Ć©l, el mito de Chile como paĆ­s de clases medias profesionales. Esa idea que tanta fuerza tuvo de los dos mil hasta acĆ”, y que tanto se usĆ³ para justificar las bondades del neoliberalismo.

Los mitos mueren con sus hĆ©roes. Hace quince aƱos Lagos parecĆ­a un estadista sabio. Terminaba su mandato con una gran aprobaciĆ³n -medida en encuestas, por cierto- y con un apoyo cerrado del empresariado. El CAE era parte de unas reformas que, ahora sĆ­ que sĆ­, nos llevarĆ­an al desarrollo. Carreteras mejores que en Europa, un sistema de garantĆ­as universales para la salud (el entonces AUGE), y un transporte capitalino propio del siglo XXI: el Transantiago.

Todo esto fue galvanizado por una nueva ConstituciĆ³n. Suena raro escribirlo de esta manera, pero asĆ­ fue presentada. Lagos la firmĆ³ tras una sobria caminata desde la simbĆ³lica puerta de MorandĆ© 80, solo. El mito se abrochaba saldando cuentas con el pasado dictatorial.

Escribo estas letras en agosto de 2020, y harta agua ha corrido bajo el puente. Es historia conocida. Octubre de 2019 estalla tras un largo acumulado de malestares, entre otras cosas, contra los efectos de estas reformas. En los muros de las calles se lee una y otra vez ā€œNo + TAGā€ y ā€œNo + CAEā€. Y sobre Transantiagoā€¦ mejor ni hablar.

A muchos nos tienta apuntarle con el dedo. El mismo dedo de Lagos, pero al revĆ©s. Apuntarle por cĆ³mo, al final, todas estas reformas llenaron los bolsillos de grupos econĆ³micos nacionales y extranjeros e hicieron a un grupo de tecnĆ³cratas moderadamente ricos, sin cumplir las estridentes promesas lanzadas en su momento.

La tentaciĆ³n es apuntarle como si todo hubiese sido un plan orquestado. Una estafa con un paĆ­s entero como vĆ­ctima. Pero eso serĆ­a un error. SerĆ­a otro mito. A la generaciĆ³n de ā€œsocialistasā€ que acompaĆ±Ć³ a Lagos le sobrĆ³ fe en el mercado. En eso no hay mito. Pero de plan orquestado, esto no tuvo nada.

Lagos y sus reformas confiaron en que el Estado podĆ­a controlar al mercado. Pero terminĆ³ siendo al revĆ©s. CuĆ”nto de ilusiĆ³n, cuĆ”nto de error, y cuĆ”nto de interĆ©s, nunca lo sabremos totalmente. Pero al menos sabemos que el mercado presentado -competitivo y asignador eficiente de recursos- se revelĆ³ un rentismo oligĆ”rquico, uno sin mayor interĆ©s en la calidad de los servicios prestados. En lugar de burguesĆ­as innovadoras, lo que habĆ­a era rentistas conservadores dados a la ganancia fĆ”cil y de corto plazo.

Ya el 2005 el CAE viviĆ³ su primera crisis. Con la Ley aprobada, los bancos amenazaron con no ingresar al negocio. No veĆ­an ā€œcondiciones favorablesā€. Urgidos por la admisiĆ³n 2006, con la publicidad impresa y los crĆ©ditos asignados, los operadores del Estado tuvieron que traer de vuelta a los bancos. BĆ”sicamente, les reglaron inĆ©ditas oportunidades de enriquecimiento. El propio Lagos las enumera en sus memorias.

Los bancos sabĆ­an muy bien una cosa: a diferencia de las proyecciones optimistas del ā€œcapital humanoā€ (una teorĆ­a muy manoseada que casi nadie se ha tomado en serio, y no es por defenderla), la expansiĆ³n de la educaciĆ³n superior no era la que pintaban. ĀæQuiĆ©n mejor que los bancos para saber que Chile no caminaba a la sociedad del conocimiento, ni se hacĆ­a un paĆ­s de clases medias?

El peso de esta realidad hizo que desde su diseƱo y luego a medio andar, todos los proyectos tuvieron que rehacerse. Lagos no orquestĆ³ nada, y si un gesto suyo pasarĆ” a la historia, es agachar el moƱo a la oligarquĆ­a rentista. Se terminĆ³ gastando mĆ”s en ā€œarreglarā€ los proyectos privatizadores que en haber reconstruido servicios pĆŗblicos de verdad. La ā€œcooperaciĆ³n pĆŗblico-privadaā€ se diseĆ±Ć³ para situaciones ideales, como si Chile fuera Suiza y nuestros empresarios fueran Steve Jobs. Uno a uno, estos espejismos cayeron hasta el patetismo, costando billones y billones en subsidios no planificados. Transantiago, el TAG, y bueno, el CAE.

Los errores y desaguisados de estas reformas se taparon en una orgĆ­a de tecnocracias y gasto pĆŗblico. AquĆ­ sĆ­ que hubo movilidad social para unos cuantos tecnĆ³cratas. Con parches, subsidios no previstos y enredos de todo tipo, nuestro camino al desarrollo se revelaba prolongaciĆ³n del viejo rentismo agrario y comercial. Una especie de ā€œextractivismo de humanidadā€ surgĆ­a como resultado original: rentar fĆ”cil con la salud, con la educaciĆ³n, con el transporte, con las carreteras; como ya antes se hacĆ­a con el cobre, la madera, los salmones. Amasar unas tasas de ganancias mĆ”s parecidas a las del trĆ”fico de armas que a las del capitalismo competitivo. Pero no, no el desarrollo, y no, no el fin de la transiciĆ³n. Menos la socialdemocracia.

Al final, Lagos construyĆ³ mucho Estado, pero no fue un gran estadista. Su generaciĆ³n no estaba llena de expertos. Nunca controlĆ³ la situaciĆ³n, al revĆ©s, fue controlada por el rentismo empresarial que, desatado y agotado a la vez, sĆ³lo podĆ­a crecer con el gesto del vampiro: robar mĆ”s valor ajeno en lugar de crearlo. Tampoco pudo mejorar nuestra salud. Ni mejorar el transporte. Y la educaciĆ³n, para quĆ© seguir. En suma, se alimentĆ³ a un empresariado agotado, sin idea de cĆ³mo saltar al desarrollo.

Un columnista decƭa por ahƭ que cuando los mitos mueren, hay que apurarse a inventar el siguiente. DespuƩs de todo, siempre necesitamos mitos para seguir vivos. Creo que ahƭ reside el error. Creer que hubo un plan maestro de esta locura es precisamente invertir el mito: de estadistas sabios, a estadistas malvados. Y eso es concederles mucho.

Enhorabuena que muera el mito del paĆ­s de clase media y su camino neoliberal a la sociedad del conocimiento. Pero nuestro problema no es elaborar la siguiente mentira para poder tragarnos la vida tal cual estĆ”, sino construir una capacidad real para transformarla. Y para eso hay que mirar los hechos de frente, sin rodeos. Verlos tal cual son, nos gusten o no. Porque nuestro problema no es humillar en una plaza pĆŗblica a los creadores del CAE. De eso han tenido de sobra. Nuestro problema es reconstruir este paĆ­s, reconstruir los derechos sociales, y hacerlo en serio.

No hay recetas ni soluciones fĆ”ciles para salir del extremo grado en que el mercado -y este mercado histĆ³ricamente existente, no el de los libros- se ha metido en nuestra vida. Lo que mĆ”s quiere ocultar la generaciĆ³n que nos trajo hasta acĆ”, es que simplemente no tiene idea de cĆ³mo revertirlo. Una a una todas sus planificaciones y proyecciones fallaron. Su insistencia en volver a la ā€œpolĆ­tica de los acuerdosā€, en ā€œrecuperar el ordenā€, esconde, mĆ”s que malicia o conservadurismo, un hondo vacĆ­o. Un montĆ³n de nada.

Pero la principal razĆ³n para rechazar el mito invertido, es que los chilenos no somos vĆ­ctimas. Al revĆ©s. El pueblo chileno ha dado cĆ”tedra al mundo de universalismo, de creatividad, de inventiva. El pueblo chileno es poderoso cuando sabe ejercer su fuerza. El pueblo chileno no es vulnerable, ni dĆ©bil, ni tiene ā€œbajo capital culturalā€, nada de esas etiquetas que se han inventado para hacerle sentir inferior.

Si algo urge en este momento, es precisamente proyectos de cambio, no mitos. Proyectos, no relatos. Ideas de transformaciĆ³n que sinteticen y hagan de ese poder y creatividad una fuerza edificante. El CAE muere y tambiĆ©n, junto con Ć©l, una manera caduca de entender la educaciĆ³n, la salud, el transporte. Lo que toca hoy, de cara al proceso constituyente, implica mucha creatividad, repensar nuestra convivencia y todas estas cuestiones desde sus cimientos.

A mediados del siglo XX un dirigente del fĆŗtbol instalĆ³ una frase en nuestra historia: ā€œporque no tenemos nada, queremos hacerlo todoā€. Chile salĆ­a de un catastrĆ³fico terremoto, y parecĆ­a imposible que pudiera organizar un mundial de fĆŗtbol. Pero lo hizo. Y hoy, cuando el neoliberalismo hace crisis y encima nos llega la pandemia, nuestra energĆ­a no debe canalizarse en odios ni en nuevos mitos. No tiene sentido odiar a la oligarquĆ­a: lo que toca es vencerla y superarla. Hacer realidad eso que se escribiĆ³ en pancartas desde Octubre en adelante. Que el neoliberalismo empezĆ³ acĆ”, y terminarĆ” acĆ”. Porque no tenemos salud, ni educaciĆ³n, ni pensiones, ni transporte, ni innovaciĆ³nā€¦ sĆ­, precisamente por eso, es que vamos a hacerlo todo.

El mito del CAE muere, con sus hĆ©roes de antaƱo, con sus operetas y sus mĆ­sticas caducas. No hay que cejar hasta alcanzar la condonaciĆ³n de toda deuda estudiantil. Por cierto. Pero la reparaciĆ³n de ese tipo es el inicio de nuestro trabajo, no el final. Condonar las deudas, aunque necesario, no construye por sĆ­ la nueva educaciĆ³n pĆŗblica. Lo que toca, en adelante, es imaginar y construir un paĆ­s distinto. No inventar mĆ”s mitos, mĆ”s mentiras, mĆ”s relatos para manipular. SerĆ” mĆ”s difĆ­cil, serĆ” mĆ”s lento, pero serĆ” real. Es una tarea en que no sobra nadie, y que le corresponde a una gran alianza social y polĆ­tica todavĆ­a por construir. Una tarea tan ambiciosa y difĆ­cil, que estĆ” perfectamente a la altura del nuevo pueblo chileno.

VĆ­ctor Orellana C.
FundaciĆ³n Nodo XXI

Publica: La Voz de los que Sobran


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Autor(es)

La FundaciĆ³n NodoXXI es una organizaciĆ³n sin fines de lucro cuyo Ć”nimo es contribuir con elaboraciĆ³n de pensamiento y herramientas prĆ”cticas a revertir la crisis de incidencia de las mayorĆ­as en la definiciĆ³n de los destinos de nuestro paĆ­s.

El trabajo de Nodo XXI se estructura en torno a la promociĆ³n de diĆ”logos, debates y acciĆ³n, la formaciĆ³n de dirigentes y la elaboraciĆ³n de estudios, propuestas y opiniĆ³n. Esto, con la perspectiva de pensar un proyecto alternativo al neoliberalismo que permita hacer de Chile un paĆ­s inclusivo, justo y democrĆ”tico.