Señor Director:
El sábado pasado Claudio Alvarado del IES se preguntĂł en este diario quĂ© buscaban los “crĂticos de la subsidiariedad”, palabra que está en el centro del cambio constitucional. El problema es que en distintos lugares “subsidiariedad” significa distintas cosas. AsĂ como “taco” aquĂ significa atochamiento de autos y en MĂ©xico es una tortilla, subsidiariedad significa algo distinto en Europa que en Chile (y quien no explique la diferencia está vendiendo gato por liebre).
En la UniĂłn Europea se trata de un criterio de distribuciĂłn de competencias entre diferentes niveles de poder polĂtico y no un criterio para priorizar a los privados sobre el Estado en la provisiĂłn de derechos sociales.
Allá se usa para responder preguntas como ÂżquĂ© Ăłrgano es mejor para hacerse cargo del sistema de trenes? ÂżLa UniĂłn Europea, cada paĂs, los municipios? AsĂ, la subsidiariedad prioriza a quien tenga mejores condiciones para resolver el problema.
En Chile la subsidiariedad se entiende y funciona distinto. Establece que siempre será preferible que una actividad (los trenes, u otro) la hagan las empresas privadas y no el Estado. Supone que el Estado solo puede intervenir cuando los privados no quieren o no pueden hacerlo.
Esto es lo que queremos cambiar, porque en la práctica la subsidiariedad en nuestro paĂs se ha traducido en que no existe un Estado capaz de defendernos de los abusos y excesos de los privados, ni capaz de velar por que exista buena salud, educaciĂłn y pensiones pĂşblicas. Esta es la subsidiariedad “neoliberal”.
Parafraseando a Alvarado, pero criticando su argumento: no habrá oposición entre subsidiariedad y Estado social, siempre y cuando los defensores del principio abandonen la idea de subsidiariedad “a la chilena” y se centren en la estructura lógica original que provee el principio.
Camila Miranda
Presidenta FundaciĂłn Nodo XXI y candidata al Consejo Constitucional por la RegiĂłn Metropolitana
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