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  4. Defender el trabajo es salvar vidas
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En las Ćŗltimas semanas hemos visto cĆ³mo la crisis sanitaria estĆ” modificando aceleradamente nuestra forma de trabajar. Cientos de miles de trabajadores y trabajadoras en la minerĆ­a, construcciĆ³n o agroindustria, pero tambiĆ©n transportistas, funcionarios pĆŗblicos y de la salud se exponen a diario para aplacar la pandemia, mantener la cadena de suministros y la economĆ­a funcionando. Al mismo tiempo, miles de hogares se han convertidos en puestos de trabajo remotos en que transcurren interminables jornadas laborales combinadas con mĆ”s trabajo domĆ©stico producto del confinamiento familiar. Una crisis que ha visibilizado las profundas desigualdades existentes en Chile, las limitaciones del mercado de trabajo y la debilidad de nuestra institucionalidad cuando se trata de proteger la vida.

El Gobierno reaccionĆ³ con un heterogĆ©neo plan de medidas cuyo denominador comĆŗn es disponer de los ahorros de miles de trabajadores y trabajadoras, o de fondos generales del Estado, para sostener los salarios y la viabilidad de las empresas. Apelando a la focalizaciĆ³n y la responsabilidad individual como principios, se han sucedido despidos, reducciĆ³n de jornadas o suspensiĆ³n de contratos generando largas filas de desesperados en bĆŗsqueda de seguridades. En tanto, para ese tercio de trabajadores y trabajadoras informales los bonos no alcanzan para poder elegir por su salud y el cuidado. Mientras tanto, el Gobierno ha retomado su agenda laboral previa a octubre promulgando una ley de teletrabajo y proyectos para suspender negociaciones o minar la autonomĆ­a sindical.

En este complejo escenario, hay dos elementos que concentran la atenciĆ³n: la desigual forma en que la crisis golpea a la fuerza de trabajo y la extensiĆ³n alcanzada por el teletrabajo.

La crisis sanitaria mostrĆ³ con dureza las desigualdades de nuestro mercado laboral. Las protecciones alcanzan para franjas limitadas que dependen del salario individual, en tanto otras resuelven el sustento en la incertidumbre cotidiana. Hemos visto a adultos mayores retornar de sus puestos de trabajo para hacer confinamiento cuando deberĆ­an estar disfrutado de su jubilaciĆ³n y a miles de jĆ³venes sin contrato pedalear por las calles para entregar compras en supermercados. El crĆ©dito es una forma extendida de apalancar el ingreso familiar y las desiguales condiciones sociales, de gĆ©nero, sanitarias y urbanas limitan el modo de enfrentar la pandemia. En suma, son las contradicciones que detonaron el malestar en octubre las que hoy amenazan la vida de amplios sectores de la poblaciĆ³n. Entonces, resulta clave para enfrentar adecuadamente la crisis sanitaria considerar las raĆ­ces del estallido social.

El teletrabajo mĆ”s que ser un ā€œprivilegio de claseā€ se ha extendido a diversas ocupaciones de servicio calificadas y no calificadas: servicios profesionales, trabajo docente, soporte tĆ©cnico, contabilidad, administraciĆ³n, venta o atenciĆ³n a clientes. Son miles de ocupaciones no manuales ejercidas mayormente por mujeres que en una situaciĆ³n de confinamiento han quedado expuestas a realizar mĆ”s trabajo de cuidados y violencia intrafamiliar. El teletrabajo obliga a reorganizar el funcionamiento de los hogares, asumir costos en tecnologĆ­a e insumos bĆ”sicos, pero tambiĆ©n dificulta establecer lĆ­mites entre tiempo de trabajo y otras labores, asĆ­ como tiempo efectivos de desconexiĆ³n. En cierto que muchas de estas arbitrariedades pueden ser denunciadas, pero el temor al desempleo y las nulas exigencias que el Gobierno estableciĆ³ a las empresas durante esta pandemia permiten que Ć©stas impongan sus propias condiciones.

Analizar esta coyuntura debe permitir entonces advertir las situaciones mĆ”s apremiantes pero tambiĆ©n aquellas transformaciones de mayor hondura. Solo asĆ­ podremos establecer acciones concretas en favor de todos quienes vivimos de nuestro trabajo. CuestiĆ³n que no resulta sencilla ya que en tiempos de crisis no siempre lo mĆ”s apremiante (por ejemplo, el desempleo masivo) coincide con la preocupaciĆ³n por cambios cuyas consecuencias se verĆ”n en el mediano plazo.

El teletrabajo va a converger con otras tendencias que modifican toda nuestra vida social. Las plataformas que median diversas ocupaciones aumentan las posibilidades de ā€œvigilancia algorĆ­tmicaā€ y la recolecciĆ³n de datos de cĆ³mo trabajamos permite un aprendizaje constante para futuras automatizaciones y descalificaciĆ³n laboral. Un aumento de la intensidad, el espacio y tiempo de trabajo que nos empuja crecientemente a utilizar plataformas para relacionarnos: conversaciones, actividades de esparcimiento, estudios, compras, entre otros. En suma, es una crisis que estĆ” pavimentando un camino para que tiempo y espacio de trabajo remunerado, de cuidados y de esparcimiento se diluyan bajo la organizaciĆ³n de plataformas. Alternando radicalmente el modo de relacionarnos, de habitar la ciudad e incluso de organizar formas de familia.

Una vez finalizada la pandemia las ocupaciones mediadas por plataformas en oficinas, calles y hogares aumentarĆ”n. El ahorro en metros cuadrados, la reducciĆ³n de costos en insumos, una mayor flexibilidad de la jornada y posibilidades de control, serĆ”n incentivos suficientes para avanzar en alguna de estas fĆ³rmulas. En ese sentido, serĆ­a un error pensar que la automatizaciĆ³n es necesariamente sinĆ³nimo de desempleo en el largo plazo. En el capitalismo actual Ć©sta implica mayor subordinaciĆ³n y descalificaciĆ³n. Es cierto que en el corto plazo la recesiĆ³n y el cambio tecnolĆ³gico provocarĆ”n un desempleo exorbitante que hay que atender de modo urgente (estimado en cientos de millones en el mundo), pero en el mediano plazo serĆ” clave intervenir los cursos generales de esta transformaciĆ³n mediante la movilizaciĆ³n del conjunto de la sociedad. En ese sentido, el problema no radica en las tecnologĆ­as o posibilidades de trabajar en espacios no convencionales, sino en el uso concreto que el capitalismo hace de ellas. Por ende, Ć©stas podrĆ­an devenir tambiĆ©n en herramientas para generar vĆ­nculos de coordinaciĆ³n mĆ”s profundos, mayor solidaridad y tiempo libre.

De momento resulta difĆ­cil advertir si saldremos fortalecidos o debilitados de esta crisis sanitaria, o si se producen, como en coyunturas anteriores, nuevos ciclos de concentraciĆ³n y desigualdad. Tampoco sabemos sobre la extensiĆ³n y profundidad que tendrĆ” la recesiĆ³n econĆ³mica en ciernes. Sin embargo, de una cosa podemos estar seguros: no existen leyes histĆ³ricas que determinen a priori nuestro futuro.

Bajo esa perspectiva resulta clave distinguir situaciones laborales propias de la crisis para canalizar ayudas a personas desempleadas o aquellas expuestas a condiciones sanitarias o laborales riesgosas. O bien, promover leyes en que participen actores sociales y polĆ­ticos que protejan al conjunto de la fuerza de trabajo, como por ejemplo un ingreso bĆ”sico de emergencia. Al mismo tiempo, evitar leyes que, invocando una ā€œcrisis nacionalā€, intenten debilitar el trabajo y sus instituciones. En ese sentido, es fundamental que sindicatos y todo tipo de organizaciones y coordinadoras sociales releven los problemas que enfrenta la fuerza de trabajo, canalicen las ayudas y lideren las campaƱas de cuidado de la poblaciĆ³n. Su capacidad de organizaciĆ³n y movilizaciĆ³n resultan cruciales para la defensa de la vida.

Al mismo tiempo, hay que asumir con un mayor sentido de urgencia que el trabajo tal como lo conocemos estĆ” dejando de existir. Un cambio que arrancĆ³ en la dĆ©cada del setenta del siglo pasado y que esta crisis sanitaria solo se encargĆ³ de acelerar hasta sus lĆ­mites. No obstante, uno de los problemas a enfrentar es que buena parte de nuestro sistema de relaciones laborales, las instituciones y leyes que regular el trabajo, el sistema de seguridad laboral y la organizaciĆ³n de los propios sindicatos sigue fuertemente anclados en formas de trabajo realizadas en lugares y jornadas delimitados. En suma, urge diseƱar una nueva arquitectura laboral que recupere derechos que el neoliberalismo expropiĆ³ al trabajo asalariado tradicional, pero tambiĆ©n avanzar en una institucionalidad y organizaciĆ³n de estas nuevas formas de trabajar.

Por dramĆ”tico que parezca el escenario, a lo largo de esta crisis han emergido un sin fin de expresiones de solidaridad para enfrentar la pandemia. Son demostraciones que la humanidad sigue allĆ­ presente, mĆ”s viva que nunca, y que ya irrumpiĆ³ con fuerza durante el octubre chileno. Visto de esta manera, la coyuntura sanitaria puede ser una oportunidad para fortalecer y renovar las organizaciones sindicales, acelerar la crisis de aquellas estructuras mĆ”s conservadores y asumir el proceso constituyente como una oportunidad histĆ³rica para dotarnos de instituciones laborales que efectivamente nos resguarde y, al mismo tiempo, nos liberen. Sobre todo ahora que la coyuntura sanitaria demostrĆ³ con toda su crudeza que tener un buen sistema de seguridad laboral no solo protege al trabajo, sino que salva vidas.

Giorgio BoccardoĀ |Ā Viernes 1 de mayo 2020Ā 

https://radio.uchile.cl/2020/05/01/defender-el-trabajo-es-salvar-vidas/


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La FundaciĆ³n NodoXXI es una organizaciĆ³n sin fines de lucro cuyo Ć”nimo es contribuir con elaboraciĆ³n de pensamiento y herramientas prĆ”cticas a revertir la crisis de incidencia de las mayorĆ­as en la definiciĆ³n de los destinos de nuestro paĆ­s.

El trabajo de Nodo XXI se estructura en torno a la promociĆ³n de diĆ”logos, debates y acciĆ³n, la formaciĆ³n de dirigentes y la elaboraciĆ³n de estudios, propuestas y opiniĆ³n. Esto, con la perspectiva de pensar un proyecto alternativo al neoliberalismo que permita hacer de Chile un paĆ­s inclusivo, justo y democrĆ”tico.