Reflexiones en tiempos de pandemia. Análisis de Coyuntura N.º 2, Fundación Nodo XXI Mayo / 2020
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Reflexiones en tiempos de pandemia.

Análisis de Coyuntura N.º 2, Fundación Nodo XXI

Mayo / 2020

Este texto es una síntesis del debate sostenido en el Espacio de Coyuntura organizado por la Fundación Nodo XXI e incorpora reflexiones posteriores de su equipo editorial compuesto por: Manuel Antonio Garretón, Camila Miranda, Julio Pinto, Ernesto Águila y Carlos Ruiz. En la sesión de Coyuntura participaron: Jorge Sharp (Alcalde de Valparaíso), Fanny Pollarolo (Feminista, Partido Socialista), Luis Mesina (Vocero Coordinadora No + AFP),  Camila Rojas (Diputada Comunes), Boris Cofré (Movimiento de Pobladores UKAMAU), Gloria Maira (Feminista),  Fernando Atria (Abogado, Fuerza Común), Camila Miranda (Fundación Nodo XXI), Diego Soto (MODATIMA), Carlos Ruiz (Fundación Nodo XXI), Jorge Arrate (Ex candidato presidencial de izquierda), Mario Aguilar (Pdte. Colegio de Profesoras y Profesores de Chile), Constanza Schönhaut (Convergencia Social), Ernesto Águila (Académico, Plataforma Socialista), Tomás Hirsch (Diputado y ex Candidato Presidencial), Manuel Antonio Garretón (Académico U. de Chile), Fernando Pairican (Historiador mapuche), Verónica Valdivia (Historiadora), Julio Pinto (Historiador USACh), Daniela López (Abogada feminista, Fundación Nodo XXI), Rodrigo Pérez (ex Pdte. Centro de Estudiantes Instituto Nacional), Rodrigo Faúndez (MODATIMA), Víctor Orellana (Fundación Nodo XXI), Andrés Solimano (Economista) y Giorgio Boccardo (Fundación Nodo XXI).

 

El gobierno ante la crisis sanitaria y económica: más manipulación que eficacia

Chile vive momentos difíciles. A dos semanas de una tardía aplicación de la cuarentena total en la Región Metropolitana, las dificultades de la pandemia global del COVID-19 se suman a unas irresueltas heridas que arrastra nuestra sociedad, bases de la revuelta popular de Octubre. En pleno siglo XXI, y en el país que fuera mostrado como ejemplo de modernización y de virtudes del mercado, amenazan como nunca la inseguridad sanitaria, el desempleo, y también el hambre.

En tal incertidumbre, el Gobierno recupera iniciativa, pero se debate entre el control de la pandemia y su aprovechamiento económico y político al servicio de intereses empresariales y conservadores. Luego de apoyos económicos capturados por la gran empresa en detrimento de las mayorías sociales y los sectores populares, de medidas sanitarias que no han logrado frenar los contagios, y de intentos manifiestos por suspender o debilitar el proceso constituyente; la estrategia de la derecha vira a vestir de “pacto social” el gastado recurso a la vieja política elitaria de la transición.

En esta hora crítica, la vida y la salud deben ser la centralidad política, subordinando intereses empresariales y de otros tipos. Urge que las autoridades del Estado y las fuerzas políticas asuman ese desafío. Pero el llamado a este “pacto social” se proyecta más como una reposición de las viejas figuras y acuerdos elitarios, que manipula el manejo de la pandemia y la reactivación económica con fines políticos. En el fondo, se busca vaciar de sentido, contenido y alcances al proceso constituyente. Para enfrentar la crisis, más allá de medidas contingentes, las fuerzas democráticas y de cambio del país deben concurrir a la defensa de un cambio constitucional, a la democratización y ampliación social de dicho proceso y a la proyección de experiencias deliberativas abiertas tras la revuelta, para así alcanzar un genuino pacto para la transformación política y socioeconómica del país.

Lo popular hoy: entre la incertidumbre, la rabia y la potencia de una nueva solidaridad

Todas/os hemos sido afectados/as, de alguna manera, por la pandemia global, pero ello no ocurre del mismo modo. Las dificultades sanitarias han profundizado las brechas sociales, y hoy el mundo popular se encuentra doblemente amenazado por la ferocidad de un neoliberalismo que no le da certezas sociales de ningún tipo, y una pandemia que amenaza con barrer su salud y sus fuentes de empleo y sustento económico. A pesar de la imagen divulgada de Chile como un país con cuestiones de dignidad elemental ya resueltas, lo cierto es que el hambre ha estado presente en múltiples ocasiones en nuestra historia. Hoy resurge amenazante, tal como a principios del siglo pasado y en la década de los ochenta. Aquel peligro es especialmente duro para quienes viven de la precaria economía informal, para sectores excluidos como el pueblo mapuche, y para las mujeres que cargan con la mayor parte del trabajo en el hogar.

El pueblo chileno enfrenta estas dificultades con contradicciones. Aunque a veces la descomposición, el narcotráfico y años de individualismo agresivo sacan lo peor de nosotros; la gran respuesta a nivel de base de la sociedad ha sido la solidaridad. Una que primero aparece como esfuerzo familiar, de apoyo a los más cercanos, pero que luego se proyecta en un incipiente fenómeno de organización comunitaria, muy vinculada a la organicidad territorial construida al alero de la revuelta de Octubre, y también a las formas de organización popular previas.

Iniciativas como Cooperativas Populares impulsadas por el movimiento de pobladores Ukamau, de Distribución de Agua levantada por Modatima, los comprando juntos que organizan Asambleas Territoriales, las acciones feministas sobre la gestión democrática de los cuidados y el resguardo de sus derechos ante situaciones de aumento del maltrato intrafamiliar producto del confinamiento, las históricas ollas comunes y otras formas de acción directa; surgen como respuesta inmediata a una crisis sanitaria que se transforma en estos días en una crisis de empleo.

Pero ante un Gobierno indolente con la mayoría social del país, y ante un Estado que no tiene brazos para atender a sus ciudadanos y termina siempre subsidiando a las empresas para llegar a ellos, la solidaridad popular deviene en protesta espontánea. Las manifestaciones iniciadas en la comuna de El Bosque muestran un punto de inflexión en el escenario social y político: los intentos de manipulación política de la pandemia para retrotraer la revuelta de Octubre a la antigua normalidad, ya tienen menos espacio. Ocurre más bien lo contrario: las fuerzas populares, con su dispar grado de acción y constitución, y pese al desconcierto provocado inicialmente por la pandemia, empiezan a cuestionar una gestión oficial de la crisis sanitaria. Con ello se abre la posibilidad de un nuevo escenario social y político.

Los avatares de la constitución y unidad del pueblo

Por su heterogeneidad y novedad histórica, la revuelta popular de Octubre -incluida su reaparición en El Bosque y múltiples territorios a nivel nacional- rebalsa a las organizaciones sociales previamente construidas, sean nuevas o tradicionales. La articulación de estas expresiones emergentes, su organización y alianza con las organizaciones sociales previas, se perspectiva entonces como uno de los grandes desafíos de las fuerzas sociales hoy, uno que sigue abierto y no ha sido resuelto por los intentos de articulación hasta ahora ensayados.

Al mismo tiempo, estas cambiantes bases sociales instalan enormes desafíos a las izquierdas emergentes e históricas. A pesar de los intentos y la aparición de nuevos actores políticos, hoy no existe un espacio de diálogo y articulación unitario de la izquierda. Su ausencia pesa enormemente a las fuerzas sociales populares, y facilita la acción a una derecha que no presenta grandes dificultades en sumar aquel sector de la oposición comprometido con el modelo neoliberal.

Un nuevo espacio de diálogo de la izquierda debe partir por reconocer y enfrentar las diferencias, que son legítimas, y se han expresado en distintas experiencias sociales y políticas, incluyendo esta misma instancia de análisis de la coyuntura. Esto cobra especial relevancia en la caracterización del acuerdo de partidos del 15 de Noviembre, sobre el que hay lecturas y prácticas distintas: mientras hay sectores de la izquierda que, con sus límites, le consideran un avance, pues abriría un campo de disputa para que un nuevo orden económico y social sea expresivo de los intereses del  pueblo, canalizando la energía social en una Nueva Constitución, hay otros que enfatizan en la ausencia de contenido y protagonismo popular para un legítimo proceso constituyente, por el carácter elitario del acuerdo, debatiéndose además, sobre su impacto en la fragmentación de las fuerzas sociales y políticas democráticas. Estas diferencias no han de ser base de recriminaciones recíprocas, sino que deben ser enfrentadas precisamente como un dilema político, en aras de una acción unitaria mañana. En esta hora crítica no sobra nadie, y los sectarismos, tanto como la obsesión electoralista, han costado y costarán aún más caro en el futuro.

Articular la iniciativa en la crisis sanitaria y económica con la lucha constituyente

Cuando está en juego la salud como ocurre hoy, corresponde a las fuerzas democráticas, y en particular a la izquierda, verter su potencial organizativo y de acción a fortalecer las respuestas asociativas y solidarias ante la crisis. Ello implica recuperar el espíritu de centenarias formas de acción solidaria -como las sociedades de socorros mutuos, las mancomunales, las marchas contra el hambre, etc.- poniéndolas con nueva cara a tono del presente. En tal sentido, hemos de aprender la potencialidad emancipatoria de las luchas feministas, que nos recuerdan que el cuidado de la vida no es una tarea femenina exclusiva, sino humana, responsabilidad de todas y todos.

Las fuerzas de cambio también deben poner al servicio de estos objetivos su presencia institucional. La propuesta de una Renta Básica de Emergencia y en general de asignaciones directas que no contribuyan a la bancarización de los derechos sociales, experiencias como las del confinamiento comunitario de la Alcaldía Ciudadana de Valparaíso, entre otras; además de responder con creatividad y responsabilidad a la crisis sanitaria, pueden devenir en ejercicios constructivos de nuevas instancias y prácticas estatales, recuperando la conexión entre Estado, comunidad y territorio, hoy monopolizada por el mercado o los antiguos clientelismos de la transición.

Las respuestas sociales, políticas e institucionales de las fuerzas sociales y democráticas a la crisis sanitaria, en suma, han de poner el cuidado de la salud y condiciones económicas dignas como la gran máxima en esta hora crítica. Pero en ese ejercicio, deben ir construyendo y proyectando desde ya su lucha por una transformación social que haga del bienestar integral no sólo una cuestión de emergencia, sino el eje de un nuevo modelo socioeconómico. Articular esta lucha inmediata con el horizonte de cambios estructurales abierto en Octubre, se plantea entonces como el gran desafío de las fuerzas sociales populares y políticas democráticas.

Un paso en esta dirección es la necesaria articulación de un Pliego del Pueblo compuesto por reivindicaciones sociales urgentes -tanto económicas como políticas-, poniendo de manifiesto los límites del carácter actual del Estado en el manejo de la pandemia, y proyectando con ello la necesidad de cambios de mayor envergadura. Este proceso de articulación de solidaridades y respuestas asociativas no sólo debe entenderse como base para una representación política posterior, sino que tiene un valor intrínseco, en tanto reconstrucción del tejido social y actorías sociales democráticas.

Dicho esto, las transformaciones de fondo se vuelven concretas en la medida que se proyecten a un cambio constitucional, y con él, de superación del neoliberalismo como modelo económico y de sociedad. Toca combinar acción inmediata, que se haga cargo de la coyuntura crítica que atravesamos -impulsando medidas concretas y no sólo consignas-, con la defensa de un horizonte mayor de cambios, expresado concretamente en la defensa y ampliación social del proceso constituyente. De nuevo el movimiento feminista muestra una clave: su presión consiguió, en un hecho inédito, una constituyente paritaria. El proceso constituyente no puede reducirse entonces a un puro ejercicio electoral e institucional. Su defensa trasciende su puro complimiento formal, y se proyecta como el desafío de ampliarlo para garantizar que el pueblo sea su protagonista.

En estas difíciles horas, y contra el pronóstico de quienes apostaron a usar el virus para aplastar los sueños de cambio, el pueblo chileno de nuevo marca un camino de dignidad, solidaridad y lucha. Toca a las fuerzas sociales y políticas democráticas ponerse a tono con su pueblo, articulando su acción inmediata ante la crisis sanitaria y económica con la defensa y proyección de un proceso constituyente que se conquistó en la calle.

 

 


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La Fundación NodoXXI es una organización sin fines de lucro cuyo ánimo es contribuir con elaboración de pensamiento y herramientas prácticas a revertir la crisis de incidencia de las mayorías en la definición de los destinos de nuestro país.

El trabajo de Nodo XXI se estructura en torno a la promoción de diálogos, debates y acción, la formación de dirigentes y la elaboración de estudios, propuestas y opinión. Esto, con la perspectiva de pensar un proyecto alternativo al neoliberalismo que permita hacer de Chile un país inclusivo, justo y democrático.